No esperes nada de nadie

De vez en cuando, caigo en la cuenta de que he tenido una actitud cínica y crítica hacia las personas en general debido a las palabras o acciones negativas de una sola persona o de un grupo de las mismas. No es de extrañarse esta actitud, ya que en general cuando alguien no cumple con nuestras expectativas, nos decepciona, nos ignora o nos miente, antes de percatarnos de ello, terminamos etiquetando al resto de las personas con las mismas etiquetas. Como dijo Sylvia Plath «Si no esperas nada de nadie, nunca te decepcionan.»  Esperar lo mejor de las personas, es posible si lo hacemos con realismo.

No esperes nada de nadiePero también me he percatado de que es probable que sólo un pequeño porcentaje de las personas con las que he tenido contacto se hayan comportado mal conmigo a propósito. Lo cual significa que el mayor porcentaje de las personas que me rodean, en realidad son honestas, sinceras y amables conmigo. Pero entonces, ¿por qué es tan difícil ir por la vida esperando lo mejor de los demás?

Constantemente en nuestras vidas depositamos esperanzas en que las cosas salgan bien, ya sea en el trabajo, con la pareja, con la familia o con cualquier cosa importante para nosotros.

En psicología, el término decepción, está relacionado con el término “recompensa esperada” y la expectativa estaría relacionada con la cognición, que encierra una idea de anticipación y que predice un acontecimiento futuro. Pocas veces entonces, nos damos cuenta  de lo que ello significa. Si pensamos racionalmente, no podemos predecir el futuro, aunque las personas tengamos tendencia a anticipar hechos y seamos capaces de atribuir suposiciones. La “certeza” está en nuestra mente, pero no en los hechos concretos que suceden normalmente.

Si quieres esperar lo mejor de los demás, tienes que recordarte a ti mismo que la gente tiene todo tipo de orígenes distintos a los tuyos, proceden de diferentes culturas, tienen distintos puntos de vista y profesan religiones distintas.  Cada uno de nosotros, somos individuos únicos y al igual que los copos de nieve, no hay dos exactamente iguales.  Nos predisponemos a clasificar a grupos sociales, grupos religiosos, países, pueblos y hasta individuos por el oficio que ejercen y por su comportamiento ante ciertas circunstancias. Por ejemplo creer, que todos los inventos vienen de china, que los franceses son románticos, que los militares son crueles, que los abogados son deshonestos, que la pobreza es un problema financiero, y un largo etcétera.

Nos sentimos bien al compararnos con un grupo al que consideramos inferior o menos competente. Tendemos a pensar que nuestro grupo es único y sobreestimamos las cualidades positivas (somos los más inteligentes, los más limpios, los más honestos, etc.), mientras que las características negativas las compartimos con los demás y las vemos como algo que todo el mundo tiene o hace (si robamos y pensamos que todo el mundo roba, nos parece que somos menos ladrones). Prestamos más atención a aquello que corrobora nuestros puntos de vista, cuanto más intensamente mantengamos un estereotipo, más tendremos a fijarnos y a recordar la información que lo apoya, la cual, a su vez, los hace más fuertes.

Debemos recordar que debemos darle a los demás la oportunidad de ser lo que son, lo que les permite la libertad de cometer errores y tener opiniones diferentes a la tuya. Tienes que recordarte a ti mismo que te juzgarán por lo mismo por lo que eres juzgado.

Permíteme animarte a examinar tu vida y las amistades y relaciones que has tenido durante los últimos años. Piensa ¿cómo es que tratas a las personas que entran en tu vida? ¿Estableces prejuicios en estas personas basándote en una sensación, en la forma en la que se expresen o como te miran?  La actitud y el comportamiento de la persona con la que tratamos pueden suponer un desafío, pero con paciencia y observación podremos descubrir cómo nos enriquece esta relación.

Siempre que señalamos a alguien con el dedo, hay tres dedos señalándonos a nosotros. Cuando criticamos a alguien y le señalamos con un dedo, los otros tres dedos señalándonos a nosotros son un indicativo de que los errores que vemos también están en nosotros.