Aprendiendo a prevenir el agotamiento II

El agotamiento crónico puede ser resultado de un incesante estrés, que no es lo mismo que tener demasiado estrés. El estrés por lo general, implica demasiadas presiones que exigen mucho de ti, tanto física como mentalmente. Las personas estresadas tienden a pensar que “si al menos tuvieran el control de las cosas, se sentirían mejor”. Cosa que no ocurre con las personas que padecen de agotamiento crónico ya que éstas simplemente sienten que sin importar lo que hagan, no habrá ningún cambio.

Aprendiendo a prevenir el agotamiento IIEl agotamiento implica una sensación de vacío, una carencia de motivación e incluso un cierto desinterés por el propio bienestar. Las personas que padecen de agotamiento crónico no se percatan de ningún posible cambio positivo en su situación. Si el estrés excesivo es como si uno se estuviese ahogando en responsabilidades, el agotamiento es como si todo fuera como un desierto desolado. Otra diferencia que nos ayuda a reconocer el estrés del agotamiento es que, cuando estamos estresados nos percatamos de ello mientras que cuando estamos agotados pareciera que nos damos cuenta del mismo.

Las causas generales del agotamiento o fatiga crónica son:

– Malos periodos de descanso corporal luego del entrenamiento

– Problemas hormonales o del sistema nervioso

– Deshidratación

– Poca oxigenación celular

– Niveles bajos de azúcar en sangre

– Acumulación de acido láctico y carbónico en el músculo

– Cambios bruscos de clima

– Tabaquismo

– Alcohol

– Drogas

– Mal dormir

– Estrés

 

Si te sientes muy cansado, antes de nada debes hacerte una analítica de tu sangre para descartar otros síntomas que se pueden confundir como la anemia problemas con las tiroides, con el riñón y con el hígado.

Síntomas de fatiga crónica:

-Agotamiento

-Sueño constante durante el día

-Dificultad para levantarse por la mañana

-Debilidad

-Lentitud para realizar actividades de la visa diaria

-Poca energía para llevar a cabo tareas

-Sentimientos de tristeza y depresión

Para evitar el cansancio físico y mental es recomendable:

– Dormir 8 horas diariamente, entre las 10 pm y las 7 am, que es el período que contribuye a un mejor descanso.

– Tomarse unos diez minutos, en un lugar tranquilo como el baño, para relajarse, inspirando y soltando aire por la nariz, con suavidad.

– Limita el consumo de bebidas alcohólicas. El alcohol deprime el sistema nervioso —el sistema de células, tejidos, nervios, y órganos que controlan las respuestas corporales a estímulos internos y externos—.

– Aliméntate sanamente. Los hábitos alimenticios juegan un rol importante en cuán bien funcionamos a cada nivel.

-Mantente bien hidratado. Una ligera deshidratación puede hacer que la sangre se espese, forzando al corazón a bombear más fuerte para llevar la sangre a tus células y órganos y produciendo una sensación general de fatiga.

– Haz ejercicio. Cualquier cantidad de actividad física, inclusive una caminata de 10 minutos, incrementará el flujo de la sangre a todas las partes de tu cuerpo, lo que te hará sentirte con más energía.

La relación entre las emociones y el cerebro

Para muchos de nosotros cuando escuchamos la palabra “emoción” se nos viene a la mente “amor”, “odio”, “felicidad” o “miedo”…todas esas fuerzas emociones que en algún momento de nuestro vida parecieran haber predominado en ciertas circunstancias. Las emociones son las responsables de guiar nuestros comportamientos, ya sean aceptables o no. ¿Pero de dónde vienen exactamente las emociones?

Se cree que el sistema límbico es la parte del cerebro relacionada con las emociones y su regulación. Este sistema está compuesto por varias estructuras interconectadas que son responsables de la memoria y de los diversos estados emocionales. El cerebro es el responsable de enviar respuestas químicas desde el cerebro hacia el resto del cuerpo. Los pensamientos que producen lo químicos en el cerebro permiten a tu cuerpo sentir exactamente de la manera en que justo estuviste pensando. Así que cada pensamiento produce un químico que está emparejado por un sentimiento en tu cuerpo. Esencialmente cuando piensas pensamientos de felicidad, de inspiración, o pensamientos positivos, tu cerebro manufactura químicos que te hacen sentir inspirado, regocijado, y elevado Los pensamientos que producen lo químicos en el cerebro permiten a tu cuerpo sentir exactamente de la manera en que justo estuviste pensando. Así que cada pensamiento produce un químico que está emparejado por un sentimiento en tu cuerpo. Por ejemplo cuando nuestro cerebro detecta un motivo de alarma, (por ejemplo, te percatas de que hay un incendio cerca de ti) el cerebro comienza a producir una mayor cantidad de hormonas del estrés, estas son el cortisol y la adrenalina, las cuales preparan al cuerpo para huir. Por el contrario si nuestro cerebro detecta un motivo para mantenernos tranquilos (como que alguien hace algo agradable para ti) el cerebro comienza a producir dopamina, oxitocina y/o serotonina. Estos son los químicos que nos ayudan a sentirnos bien y nos motivan a continuar con cierta tarea o comportamiento.

No obstante muchas de nuestras emociones se generan de manera inconsciente y no necesariamente debemos estar frente a una posible amenaza para sentirnos nerviosos o  temerosos. Si por ejemplo, tuvieras que dar una conferencia frente a un gran grupo de personas podrías desarrollar sentimientos de incomodidad, nervios, miedo, etc. pensando en cómo posiblemente reaccionarán estas personas mucho antes de que lo sepas.

Aunque no se pueden controlar todas las emociones – especialmente las negativas – sí podemos aprender a manejarlas a través del pensamiento consciente. Esto es de suma importancia ya que las emociones juegan un papel fundamental a la hora de enfrentarnos al mundo y en la manera en que percibimos el mismo. Recuerda: “El pensamiento crea el sentimiento, y después el sentimiento crea pensamiento, en un continuo ciclo.” Comprender y regular nuestras emociones, pensamientos y comportamientos nos ayudarán a tener un mayor control sobre nuestro cerebro al momento de ir tras un objetivo o meta concreta.

¿Cómo mejorar tu salud emocional?

Las personas que son emocionalmente saludables están en control de sus emociones y sus comportamientos; son capaces de hacerse cargo los retos de la vida, construir fuertes relaciones interpersonales y recuperarse de los altibajos. Pero al igual que requiere trabajo el procurar una buena salud física, de la misma manera la salud emocional requiere cuidados.

Mejorar la salud emocional puede hacerse a través de las experiencias de vida que beneficien otros aspectos de nuestra vida, incluyendo aquellas que mejoren nuestro humor, construyan resiliencia y nos ayuden a disfrutar más de nuestro día a día.

La salud emocional se refiere al bienestar psicológico en general. Abarca la manera en que te sientes con respecto a ti mismo, la calidad de tus relaciones interpersonales y tu capacidad para manejar tus sentimientos y lidiar con las adversidades.

La salud mental no se refiere únicamente a la ausencia de problemas mentales. Ser emocional y mentalmente saludable significa mucho más que no padecer depresión, ansiedad o algún otro problema mental. Más que ser la ausencia de enfermedades mentales, la salud mental se refiere a la presencia de características positivas. De igual forma, no sentirse mal físicamente NO significa que te tengas que sentir bien mentalmente. Algunas personas pueden no sentirse mal físicamente pero aún así necesitar realizar ciertas actividades que generen sentimientos positivos para que logren esta salud mental y emocional que tanto necesitan.

-Las personas que son mental y emocionalmente saludables poseen:

– -Una sensación de alegría

– -Entusiasmo por la vida

– -Capacidad de reir y divertirse

– -Capacidad para lidiar con el estrés

– -Capacidad para recuperarse de las adversidades

– -Sentido de significado y propósito (tanto en sus actividades como en sus relaciones)

– -Flexibilidad para aprender cosas nuevas

– -Adaptación a los cambios

– -Balance entre el sus actividades y periodos de descanso

– -Confianza en sí mismos

– -Auto estima alta

Estas características positivas de la salud mental y emocional permiten aprovechar la vida al máximo y hacen posible que te animes a realizar actividades que resulten significativas, productivas, que a su vez pueden fortalecer tus relaciones ya existentes. Estas características positivas también pueden serte de gran ayuda cuando te enfrentes a desafíos y tensiones cotidianas.

Pero ser emocional y mentalmente saludable no significa que no pasarás por malos momentos o que no tendrás problemas emocionales. Todos pasamos por decepciones, altibajos, cambios y pérdidas. Aunque en teoría todo esto forma parte de la vida misma, estas pueden provocar tristeza, ansiedad y estrés pero son las personas con una buena salud mental y emocional las que tienen una mayor capacidad para enfrentarse a las mismas.

La resiliencia es esta capacidad para hacerle frente a todos estos elementos que atentan contra nuestra salud mental y emocional, ya que te permite equilibrar tus emociones y tus niveles de estrés. La capacidad de reconocer tus emociones y expresarlas de manera adecuada te ayudará a evitar quedarte atascado en estados depresivos, de ansiedad o en otros estados de ánimo negativos. Otro factor clave para lograr esto, es teniendo en quien apoyarse. Debes tener a gente confiable en la que puedas confiar y acudir en busca de aliento y apoyo en momentos difíciles, estas personas te ayudarán a aumentar tu capacidad de recuperación en tiempos difíciles.

El cuidado de tu cuerpo también es fundamental en el camino hacia una salud mental y emocional. La mente y el cuerpo están unidos. Al mejorar tu salud física, automáticamente experimentarás una mejora en tu salud emocional. Por ejemplo el ejercicio no solo fortalece tu corazón y tus pulmones, sino que te ayuda a liberar endorfinas, una sustancia química muy poderosa que nos proporciona energía y mejora nuestros estados de ánimo.

Las actividades que realizas a diario, así como las decisiones que tomas constantemente también afectan la manera en cómo te sientes física y emocionalmente., por ello Es de vital importancia que:

– Procures descansar lo suficiente. Dormir lo suficiente te ayudará a cuidar de tu cuerpo. Una persona en promedio necesita dormir entre siete y ocho horas diarias por la noche para poder funcionar de manera optima.

– Cuides de tu alimentación. El tema de la alimentación es delicado y mucho más difícil de poner en práctica. Debes estar consciente de que lo que comes no solo afecta a tu cuerpo, sino también tus niveles de energía y tu humor, repercutiendo a su vez en cómo te sentirás emocionalmente.

– Hagas ejercicio regularmente para aliviar el estrés y mejorar tu ánimo. El ejercicio es un antídoto anti estrés por excelenecia, disminuye la ansiedad y los estados depresivos. Busca la manera de incluir pequeñas dosis de ejercicio en tu rutina. Para beneficiar a tu salud mental basta con que realices ejercicio en un periodo no menor a 30 minutos a diario.

– Tomes el sol. La luz solar eleva los estados de animo debido a que activa ciertas vitaminas por medio de la piel. Procura tomar el sol de 10 a 15 minutos diarios, ya sea mientras realizas ejercicio o bien cuando vas en camino al trabajo.

– Limites el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias dañinas. Estos estimulantes pueden hacerte sentir muy bien a corto plazo, pero tienen consecuencias negativas en tu cuerpo, además de repercutir en tus estados de ánimo y tu salud emocional.

Aprendiendo a prevenir el agotamiento

agotamiento

Si constantemente el estrés te hace sentir desanimado, impotente y completamente sin energía, quizás estés sufriendo de agotamiento que incluso puede llegar a ser crónico. Cuando nos sentimos agotados, los problemas parecieran no tener fin, todo parece más difícil de lo que realmente es y la falta de energía para completar todas tus tareas y responsabilidades hacen todavía aún más difícil el encontrar las fuerzas para encargarte de esa situación. Pero lo más alarmante del agotamiento es que el desinterés general en las cosas puede atraerte consecuencias tanto a nivel familiar como profesional, y peor aún, a tu salud. Es preciso que contra el agotamiento nos hagamos un tiempo para plantear nuestras prioridades, darte un tiempo para ti y buscar ayuda de los demás.

El agotamiento puede ser definido como un estado de fatiga emocional, mental y física ocasionado por prolongados periodos de estrés. Es un resultado de la tensión crónica y emocional de tratar constantemente con gente. Si estas personas tienen problemas, entonces el agotamiento puede ser muy rápido y devastador. El agotamiento físico se produce por un exceso continuo de trabajo físico o mental (estrés), dando fatiga excesiva con incapacidad en el movimiento para responder a estímulos físicos, al realizar cualquier actividad provocando un estado de debilidad articular y corporal.

El agotamiento reduce la productividad de una persona y pareciera desvanecer sus energías, haciendo que su estado de ánimo sea bastante negativo o pesimista. Eventualmente las personas que padecen de un agotamiento crónico parecieran sentirse derrotadas ante todo.

Sabrás que padecer de un agotamiento crónico cuando:

– Todos los días sean “un mal día”.

– Preocuparse por tu trabajo o tu hogar parezca una total pérdida de tiempo.

– Te sientas cansado todo el tiempo.

– Tengas la sensación de somnolencia la mayor parte del tiempo.

– Parezca que pasas tus días haciendo tareas que te abrumen o te fastidien.

– Sientas que nada de lo que hagas marque una diferencia o sea apreciado.

La fatiga mental es diferente de la somnolencia que puedes sentir por no dormir bien. Aunque la fatiga mental suele ir también acompañada de somnolencia, conlleva, además, esa sensación de hastío, de falta de motivación, de energía y de ganas.

La sensación de fatiga, sea o no síntoma de otra enfermedad, nos indica la necesidad de descanso. Es un mecanismo regulador del organismo. Cuando aparece, nuestro cuerpo y nuestra mente ponen en marcha sistemas de defensa sin que seamos conscientes de ello: ralentizamos el ritmo de trabajo, hacemos más comprobaciones de las habituales y aplazamos las tareas más críticas. Todo esto ocurre cuando la fatiga ya es una realidad.

Los síntomas más notorios de la fatiga son:

– No se alivia con el reposo en cama.

– Es tan intensa que te impide participar en ciertas actividades.

– Sentirse muy cansado durante más de 24 horas después de realizar ejercicio que normalmente se consideraría fácil.

-No sentirse descansado después de haber dormido suficiente tiempo.

-Falta de memoria.

-Problemas para concentrarse.

-Confusión.

– Dolores de cabeza.

– Irritabilidad.

– Sudoración.

-Fiebre leve.

-Dolores musculares (mialgias).

-Debilidad muscular en todo el cuerpo o en distintas partes, que no es causada por ningún trastorno conocido.

-Dolor de garganta.

-Sensibilidad en los ganglios linfáticos del cuello o la axila.

-Depresión.

La fatiga crónica o cansancio persistente tiene varias consecuencias tanto a nivel familiar como social. El agotamiento también puede provocar cambios en tu cuerpo a largo plazo, como hacerte más vulnerable a ciertas enfermedades, como la gripe o los resfriados. Debido a esto, es de vital importancia que pongas manos a la obra para deshacerte de la misma, por ello debes:

Reconocerla: hay que estar al pendiente de las señales que nos alerten de la fatiga.

Revertirla: tienes que tomar medidas para deshacerte del estrés (o bien, aprender a manejarlo)

Resiliencia: al construir resiliencia contra el estrés serás capaz de cuidar mejor de tu salud tanto física como emocional.

El primer punto es empezar por trabajar en la autoestima, el saber que estamos dando lo que podemos y no exigirnos metas que no son alcanzables. Además tener en mente el objetivo principal al cual deseamos llegar, visualizando los pasos que hay entre dónde estás hoy y a donde quieres llegar. Lograr un equilibrio entre la vida profesional y la personal es primordial dedicarlo a ambas el tiempo que sea necesario sin descuidar ninguna de las dos áreas.

 

Mejora tu bienestar cuidando de tu alimentación

Alimentarse correctamente no significa necesariamente apegarse a estrictas filosofías alimenticias, ni a mantenerse ridículamente esbeltos o a la privación de la comida que te gusta. Lo que sí significa es una alimentación que te haga sentir bien, con más energía, con un humor estable y que mantenga tanto tu cuerpo como tu mente sanos. Todo esto puedo lograrse aprendiendo  algunas reglas básicas de alimentación  para usarlas de la manera en que mejor funcione para ti. Quizás no lo sepas, pero puedes alimentarte correctamente – sin dejar de comer lo que te gusta – simplemente ampliando tus opciones alimenticias y buscando la manera de incluirlas en tus alimentos diarios.

Pero ¿Realmente tu dieta puede ponerte de buen humor? Y ¿lo que bebes y comes puede realmente subir tu ánimo o sumirte en una entera depresión?

Aunque no existen dietas o alimentos que te saquen de la depresión como por arte de magia (o ponerte de mejor humor de manera instantánea) pueden ser una herramienta bastante útil para dicho propósito. Cada vez existen más y más estudios que demuestran que de alguna manera lo que comemos influyen en nuestro humor.

Las vitaminas  nos aportan fundamentalmente vitalidad, a la vez que son fundamentales para que nuestro humor no caiga en la tristeza. Para conseguir esto es necesario que consumamos a diario frutas y verduras en todas nuestras comidas: es recomendable que la consumamos entre las comidas para aprovechar al máximo sus vitaminas.

Los antioxidantes como la vitamina E y el selenio ayudan al organismo a recuperarse del estrés físico y emocional. Fuentes naturales de vitamina E: aceite de germen de trigo, cereales integrales, huevos, espinacas, soja. Fuentes naturales de selenio: germen de trigo, cebollas, brécol, atún, tomates.

Por otro lado,  el triptófano y la serotonina también influyen radicalmente en nuestro humor. Estas sustancias afectan directamente al cerebro, haciendo que éste se active de manera positiva, haciendo que nuestro humor mejore. La serotonina, llamada hormona del humor, es un mensajero químico relacionado con el sueño, el estado de ánimo y el buen humor, y su concentración en el cerebro es directamente proporcional a la concentración de triptófano en el plasma y el cerebro. Las podemos encontrar en productos como los frutos secos, que contienen triptófano en grandes cantidades, así como el plátano, la carne y todos sus derivados, los lácteos y los huevos también, pues al tratarse de aminoácidos nos los encontramos en altas dosis.

La vitamina C es conocida también como la vitamina del buen humor y que resulta esencial para asimilar el hierro, aliado del buen humor. Fuentes naturales de vitamina C: cítricos, kiwi, piña, verduras frescas, especialmente col de hoja verde, pimiento y perejil.

Existen alimentos que intervienen en nuestra conducta, modifican el nivel de azúcar en la sangre, lo que afecta en buena medida el estado mental. Los dulces tienen un efecto positivo sobre el humor, porque los azúcares que contienen al entrar en contacto con la lengua estimulan el cerebro, dejando paso a las endorfinas, que nos dan una sensación de bienestar indefinido.

Igualmente, la carencia de algunas vitaminas y minerales causa ciertos trastornos, por ejemplo, la falta de potasio provoca cansancio y confusión. Si no consumimos magnesio, estaremos apáticos y débiles, mientras que si carecemos de vitamina B12 podemos padecer un deterioro del sistema nervioso. Asimismo, fatiga y depresión se presentan cuando no hay suficiente vitamina B3, la cual ayuda a eliminar los depósitos tóxicos del organismo.

Si nos falta energía, podemos comer, carne roja, hígado, sardinas, mariscos, verduras de hojas verdes, también pasta, pan integral, pollo, pescado, productos lácteos y huevos, ya que contienen zinc que aumentará la energía; hierro, que ayudará a prevenir anemia; y carbohidratos, que aumentan la sensación de bienestar. Pero hemos de evitar el consumo de carbohidratos refinados -que se encuentran en galletas, caramelos y pasteles- ya que causan debilidad.