La importancia del sentido de pertenencia

Hemos hablado frecuentemente del tema de la motivación. La motivación puede definirse como el señalamiento o énfasis que se descubre en una persona hacia un determinado medio de satisfacer una necesidad, creando o aumentando con ello el impulso necesario para que ponga en obra ese medio o esa acción, o bien para que deje de hacerlo. La motivación es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta.

Pero ¿qué es en realidad estar motivado?  Para ello tenemos que saber que existen dos tipos de personas: las personas que están motivadas y las que no. Esto se debe a que de manera metafórica, existen dos puestos que puedes ocupar: el puesto de la persona que es “victima” de su destino y el otro puesto, el de los “protagonistas”, en la que se sientan los protagonistas de la historia. El papel de la motivación es la fuerza o el ímpetu que te ayudará a decidir cuál de estos puestos quieres ocupar.

Si nos centramos en las características tanto de las personas motivadas como de las desmotivadas encontraremos que la persona desmotivada siempre se va a sentar en la silla de la víctima y su comportamiento destaca por la falta de compromiso, la falta de aceptación de resultado (siempre buscarán a quien echarle la culpa) y tienden responsabilizar de su vida a su pareja, su familia, su jefe, sus compañeros de trabajo, etc, por lo tanto, es una personas con menos logros perceptibles.

En cambio la persona motivada se caracteriza por su liderazgo, tienen retos y metas en la vida, responsabilidad y la capacidad de resolver sus problemas y levantarse de sus fracasos.

Pero ¿qué ocasiona la desmotivación? Pues bien, existen dos causas: las internas y las externas. Las internas se refieren a aspectos relacionados con la infancia, con la niñez, con la familia y la sociedad. Las situaciones que te rodearon a temprana edad influyen en el desarrollo de tu personalidad y afectan tus factores motivacionales.

Por otro lado, las causas externas se refiere a las situaciones del sitio en el que te desempeñas, como por ejemplo, el lugar de trabajo y las cosas que ahí ocurren, los despidos, los cortes de salario, los jefes, los compañeros de trabajo, etc. Son factores que determinan la falta de motivación.

La solución para hacer frente a la desmotivación no está en cambiar de trabajo o cambiar de vida, sino en que tú cambies. Una persona motivada echa raíces y da frutos, que a su vez se traducen en éxitos en tu vida laboral, sentimental y familiar. Esto se debe a que  las personas motivadas se relacionan directamente con las personas y establecen lazos y vínculos para el resto de la vida. Esa es la relación que tiene la motivación con el sentido de pertenencia. El sentido de pertenencia es sentirse parte de un grupo, una sociedad o de una institución, esto tiene su origen en la familia ya que es el primer grupo al que pertenecemos.

Al serle fiel al grupo y siguiendo sus normas se da una identidad y una seguridad, mientras más segura se sienta la persona, más elevado será su sentimiento comunitario y estará mas dispuesta a seguir normas de convivencia.

El sentido de pertenencia es importante en nuestras vidas, porque nos lleva a creer, cuidar y defender las cosas que nos pertenecen, así como la cultura y raíces, cuando no se tiene sentido de pertenencia, cometemos errores, como por ejemplo: el denigrar de su país, alguien que tiene sentido de pertenencia, nunca se lamentara de su nacionalidad, es una persona que resalta las cosas buenas de su cultura de sus antepasados. Los seres humanos necesitamos pertenecer a un grupo con el que nos sentimos identificados, ya sea una cultura, una religión, una empresa, un club de fútbol, una familia, un grupo de amigos, etc.

Cuando  se haya este sentido de pertenencia, las personas se sienten a gusto con ellas mismas y con los que están a su alrededor, haciendo de esta manera que todo lo que proyecta en su diario vivir, vaya encaminado a buscar los mejores resultados en todos los ámbitos de su vida  y para quienes conforman su vida.

El proceso para abandonar la zona de confort

Nuestra línea de vida, puede ser vista como una línea de tiempo repleta de eventos pasados y presentes. Ahora estás en el presente, has dejado atrás el “pasado” y al final de la línea se encuentra tu “futuro”. A menudo solemos preguntarnos “¿Cómo será mi futuro?” y es muy probable que la respuesta sea ambigua o un simple “no sé”.

El proceso para abandonar la zona de confortSi bien no sabemos cómo queremos que sea, lo que sí sabemos es lo que no queremos que nos ocurra. Lo normal es que sepamos definir lo que nos gusta y lo que no nos gusta en nuestro presente y podemos hacer lo mismo si analizamos lo que nos gustó y lo que no nos gustó de nuestro pasado. No obstante, esto no podemos aplicarlo al futuro y por ende, las cosas que nos gustan y las que no son un enigma.

En general desde pequeños nos instruyen sobre una amplia gama de temas y habilidades, pero no se nos enseña a confiar en nosotros mismos ni a conocer el significado de la auto valoración.  Creer en nosotros mismos y tener claro lo que deseamos puede ser visto por otras personas como una actitud egocéntrica. Lo que se nos dice normalmente a manera de enseñanza es que debemos aprender a trabajar duro, a sacrificar ilusiones pueriles y a aceptar nuestro destino: “Soñar despierto es una pérdida de tiempo”. Tampoco es extraño que la gente a nuestro alrededor haga referencia a casos de gente que fue tras sus  sueños y terminó fracasando, quizás con la intención de ahorrarnos un fracaso sin saber que sus palabras pudieran tener el efecto tanto o más hiriente.

Lo que puedo asegurarte es que soñar es la forma más básica de conseguir una meta. Hay que ponerle una fecha límite al sueño que queremos alcanzar y luego poner manos a la obra. En el futuro, contrario a las opiniones ajenas, te puede ir de maravilla. No obstante, esto dependerá de lo que tú creas.

Lo primero que debes hacer primero, es tomar conciencia de algunos conceptos sencillos, entenderlos y ponerlos en práctica.

Comencemos por el concepto de “zona de confort”: metafóricamente hablando, esta es una zona en la que estás cuando te mueves en un entorno que dominas, en el que las cosas a tu alrededor te resultan conocidas y cómodas, sean estas agradables o no: tus hábitos, tus rutinas, tus conocimientos, la gente que te rodea, tus actitudes y tu comportamiento es también parte de esa zona de confort.

Alrededor de tu zona de confort se encuentra la “zona de aprendizaje”. Esta puede ser vista como una zona a la que “sales” para ampliar tu visión del mundo y lo haces cuando aprendes una nueva profesión o idioma, viajas hacia un país desconocido, tienes nuevas sensaciones, te relacionas con gente nueva, modificas algún hábito y conoces otras culturas. Es una zona en la que vas a experimentar, observar y  comprender. A algunas personas les gusta esa zona y por ende la frecuentan. Otras por el contrario, evitar desplazarse hacia esa zona tanto como les sea posible, pues les asusta.

Más allá de la zona de aprendizaje, está una zona conocida como “zona de pánico”, una zona que se caracteriza por abarcar todas esas cosas en las que no tienes experiencia. Pero vista desde una perspectiva más optimista, puede ser vista como una zona repletas de grandes retos a vencer. Hay personas que creen que el salir de la zona de confort hacia la zona de pánico hará que la primera desaparezca o bien, no podrán volver atrás, lo cual es totalmente falso. Lo que ocurre realmente es que al dar un paso dentro de la zona de retos, estarás ampliando tu zona de confort, si lo vemos con una mentalidad más abierta, el cambio  es el realidad desarrollo. El temor a esta transición podría considerarse como miedo a lo desconocido o bien, miedo a perder lo que tienes, lo que eres.

Para poder salir de la zona de confort, lo que necesitas es tener una motivación lo suficientemente fuerte como para superar los miedos que te retienen en esta zona de confort. Por tanto, debes trabajar tus miedos: el miedo a las opiniones ajenas, el miedo al fracaso, el miedo al ridículo, etc. Todos estos deberás reconocerlo, encararlos y de ser posible, vencerlos todos. Para lograrlo no hay mejor método que creyendo en ti pues es algo que nadie más puede hacer por ti.

Recuerda, a medida que enfrentes tus miedos, crecerá tu autoestima y así, el panorama de la zona de aprendizaje será percibida como una zona llena de oportunidades.  Debes tener bien en claro tu objetivo, un sueño. Encontrar un “qué” que te mantenga motivado y luego, fijar el punto de destino, tu meta. Es normal que te sientas pequeño y que sientas que te falta mucho por recorrer, pero esto no es más que la consciencia de todo el aprendizaje que te tomará llegar a esa meta. Piensa en tu visión personal, imagina qué es lo que hay más allá de ese sueño. Mientras hagas a un lado los prejuicios que te limitan, confíes en ti y en tu sueño y entiendas porqué y para que lo haces, podrás comenzar a poner manos a la obra y dejar finalmente atrás, tu zona de confort.

¿Cómo tomar mejores decisiones?

Reflexionando un poco, el otro día llegué a la conclusión de que la única cosa que todos tenemos en común es que innegablemente, todos en alguna ocasión nos hemos arrepentido de nuestras decisiones. Si lo pienso con detenimiento, estoy seguro de que no conozco a nadie – y quizás tú tampoco – que no haya tomado una mala decisión y si es así, quizás esa persona no es honesta del todo o que para  fines prácticos, prefiere evitar la toma de decisiones en su vida.

Sin embargo, al igual que otras habilidades que se practican a fin de perfeccionarlas, quizás la correcta  toma de decisiones también debería ser considerada como una. En muchas ocasiones, podemos distinguir ya sea en nuestro lugar de trabajo o en el grupo de personas con las que convivimos que, los líderes son casi siempre aquellos que son capaces de tomar buenas decisiones. No hay nada que pruebe más tu competencia y desempeño – tanto en tu lugar de trabajo como en tu entorno – que el tomar una buena decisión.

Tomar una decisión es una acción estrechamente ligada a nuestras emociones, tanto que, cuando una persona sufre daño a la corteza orbi frontal (la parte del cerebro tras los ojos que está involucrada en el proceso de las emociones) puede perder su habilidad para tomar decisiones por completo. Es decir que, si no fuese por nuestras emociones, nuestro razonamiento  tampoco existiría.

La manera en que nuestras emociones nos ayudan a tomar decisiones es creando una respuesta física a la información que aún no comprendemos o de la que no nos hemos dado cuenta. Debido a que todas las decisiones representan una batalla entre la parte racional y la emocional en tu mente, el misterio de quien gana radica en aprender a elegir al ganador.

La primera clave para comprender cómo tomar estas importantes decisiones, es aprendiendo a sintetizar la cantidad de abrumadora información que solemos enfrentar a diario, al mismo tiempo en que tomamos las mejores decisiones posibles en el momento oportuno. La clave para hacer frente a la abrumadora información que recibimos es filtrando cuidadosamente la información que tenemos. Si por ejemplo, no estás seguro de que carrera elegir, no bases tu decisión únicamente en lo que escuchas de los demás o la publicidad, sino que busca información concreta en los centros de información, las páginas web de la universidades y otras fuentes confiables.

Solemos escuchar que las buenas decisiones se hacen “con la cabeza y el corazón”, pero para tomar realmente las mejores decisiones nuestro subconsciente tiene que estar en sincronía con nuestra mente consciente.  Los siguientes tips pueden ayudarte a lograr dicha sincronía:

Consúltalo con la almohada. Las investigaciones sugieren que para lograr mejores decisiones necesitamos usar tanto nuestro consciente como nuestro inconsciente debido a que nuestra mente consciente suele limitar a pensar únicamente en una o dos cosas a la vez. Al tomarte unos minutos de esparcimiento o irte a la cama pensando en esa decisión que debes tomar, tu inconsciente podrá ser partícipe de esta toma de decisiones.

Limita tus opciones. Observa detenidamente las opciones que tienes. Si es posible, ponlas por escrito y subraya aquellas que te parezcan las mejores. Si alguna te parece especialmente mala, pon una cruz a un lado. Así, podrás analizar detenidamente las opciones que tú mismo consideres más prometedoras.

Ventajas y desventajas. Siguiendo con la mecánica de poner  por escrito tus opciones, a continuación escribe en otra hoja una columna que corresponda a las “ventajas”  y otra a las “desventajas”. Ahí, anotarás cada una de las ventajas y desventajas de las 2 o 3 mejores opciones que hayas elegido previamente. Al hacer esto, podrás apreciar con mayor claridad cual de tus opciones es la mejor en comparación al resto.

Finalmente, tómate un tiempo para sopesar tu decisión. Tómate un lapso de un par de horas o de ser posible un día entero para confirmar que la decisión que has tomado realmente es la que te sienta mejor. Así, tendrás un lapso de tiempo en el que tras meditarlo, puedes cambiar de opinión o bien, reafirmar la decisión que habías tomado previamente.

Si a pesar de estos simples pasos todavía no puedes tomar esa decisión, puedes incluir a un persona de confianza en el proceso. No estoy diciendo que le permitas a alguien más decidir por ti, pero seguramente una segunda opinión podría hacerte notar algún aspecto, ventaja o desventaja que no habías considerado previamente y mediante el cual, podrías decantarte finalmente por una opción.

¿Por qué no debemos preocuparnos por competir?

Hay varios motivos por los que solemos preguntarnos eso.

Mi principal “competencia” soy yo. Si me lo preguntan, siempre me ha interesado más batir mis propias marcas en lugar de superar las de alguien más. Esto no es algo que haya comenzado  a practicar hace poco. Recuerdo que en la preparatoria solía revisar constantemente mis notas del semestre e intentaba superarlas cada semestre. Puedo asegurarle que la sensación de superar mis notas previas siempre me dejó un buen sabor de boca, quizás porque no solo me estaba superando a mí misma, sino porque veía pruebas tangibles de mi esfuerzo.

La ventaja de competir contra ti mismo en lugar de hacerlo contra los demás es que siempre estarás pensando en tu “siguiente jugada”, ya que para lograr seguirte superando, por ende, habrá que seguir superando retos o pruebas. Sin embargo, cuando compites contra alguien más, si estas personas obtienen resultados más bajos que los tuyos o simplemente se rinden, te estarás permitiendo una excusa para quitar le pie del acelerador. Cuando compites contra ti mismo por el contrario, siempre habrá un record que batir.

La vida es muy corta para vivir compitiendo y estando a la defensiva. Desafortunadamente el día apenas tiene veinticuatro horas, por lo que no me parece lógico que invirtamos gran parte de este preciado tiempo preocupándonos sobre qué es lo que hará alguien más para superarte o como superar a alguien más.

A veces me parece que en un mundo tan amplia existen tantas oportunidades ideales para cada quien, que verdaderamente no es necesario vivir siempre compitiendo. Vivir a la defensiva te hará centrar una buena parte de tu atención en lo que hacen los demás y no en lo que verdaderamente importa, como tu desempeño o el desarrollo de tus habilidades.

Al decir esto no estoy intentando decirte que no tiene porque interesarte lo que hacen los demás o que no tengas porque echarle un vistazo a los objetivos ajenos. Pero no por ello tienes que idear una manera de impedirle a los demás u obstaculizar que consigan lo que quieren solo porque tú también lo deseas. Ya que soy de la opinión de que las oportunidades son tan vastas, en lugar de atacar a alguien con intereses semejantes podrías aprender algo nuevo de él, incluso, apoyarte en ésta persona y si bien tu no eres quien obtenga el objetivo que ambos persiguen, estoy segura de que habrás crecido un poco más de lo que no hubieras crecido si actuase de manera negativa y no te hubieras permitido esa sana “coexistencia” con tu “rival”.

 Resulta mucho más saludable,  y muchísimo más positivo, invertir toda esa energía en algo útil en lugar de malgastarlo valiosos recursos personales (tiempo y energía principalmente) en preocupación y una actitud a la defensiva hacia lo que los demás están haciendo.

La “competencia” puede ser a la larga, un buen compañero. Otro de los motivos por los que los demás competidores y lo que hacen no me quitan el sueño es porque, en un espacio tan amplio como lo es la sociedad, habrá siempre nuevas oportunidades tanto para ti como para los demás competidores. Viéndolo así, no tiene mucho caso querer arrancarle de las manos las oportunidades a todo el mundo puesto que habrá oportunidades ideales para ti y otras, que serán ideales para alguien más.

  La importancia de prestar atención a si se está compitiendo con el compañero en términos económicos, sociales, familiares, laborales o sexuales es que ese tipo de competencia puede iniciar por cualquiera de esas áreas pero rápidamente afectar a las demás. Una persona que está compitiendo constantemente con los demás puede incluso ganarse el rechazo de los demás. Un  individuo que trata de fortalecer su ego disminuyendo a los que tenga a su alrededor, ya sea hijos, pareja, amistades; es el individuo que evalúa, descalifica y critica a los demás.

Cuando competimos siempre hay un perdedor y, por lo tanto, es inevitable la frustración. Tal vez, esta sea la razón de la desilusión que se respira.    Lo que está claro es que competir es un mal negocio y si no se modera, podríamos terminar sintiéndonos no solo frustrados, sino que desarrollar ansiedad y estrés además de otras preocupaciones innecesarias. Tendremos un entorno más cálido y humano, y una sociedad más sana si se incentiva la cooperación en vez de la competencia, y si se estimula el desarrollo de una óptima autoestima y cualidades como la humildad, el respeto y la generosidad.

Recuperar la confianza en ti mismo

La confianza en uno mismo es esa pequeña diferencia entre sentir que nada puede detenerte y entre sentirte temeroso ante cada mínimo reto. Tu percepción de ti mismo tiene un enorme impacto en como los demás te perciben. Todos nacemos con confianza en nosotros mismos, de ahí que desde muy pequeños, sin que nadie nos aliente a hacerlo aprendemos a andar solos a ponernos de pie, a jugar, etc. Pero eventualmente,  la inseguridad surge por el temor de no estar a la altura o por el miedo que te produce sentirte diferente. Por ejemplo, algunas personas solteras sufren mucho al ir a una boda sin pareja. La seguridad depende de ti.

¿Qué pasa cuando la confianza desaparece de nuestro vocabulario? ¿Cuándo no tenemos confianza en nada de lo que hacemos? Pues bien, la autoconfianza es el elemento central en la vida de una persona y puede tanto destruir como construir carácter, es la base del poder de los sueños y si no hay sueños no hay metas y si no hay metas no hay crecimiento personal. A su vez, la confianza es un factor que afecta el resto de los ámbitos de nuestra vida, afecta a nuestra relación de pareja, las elecciones que haremos, los estudios, los hobbies que podríamos tener y los talentos que nos vamos a animar a desarrollar.

Por ello es que hoy voy a compartir contigo unos sencillos tips que te ayudarán a reforzar la confianza en ti mismo.

Lo primero que debemos hacer, es analizarnos a nosotros mismos y preguntarnos “ ¿Porqué me cuesta creer en mí mismo?” si es algo con lo que todos nacemos. Sucede que a veces comenzamos a dudar de nosotros mismos y en realidad esto podría tener varios motivos de tras fondo: ya sea que tenemos una imagen dañada de nosotros mismos, porque alguien alguna vez nos hizo creer que somos algo que no somos, ya sean nuestros padres, hermanos, profesores o alguien de nuestro entorno. Toda esa gama de comentarios negativos que comenzamos a recibir a temprana edad son llamadas “creencias limitantes” que son todos esos comentarios ajenos que parecieran surgir de algún rincón de nuestra memoria cada vez que nos proponemos emprender un proyecto o ir tras alguna meta.

Para recuperar la confianza perdida en ti mismo, debes ver este proceso como un “re entrenamiento” en el que te convenzas de que sí puedes hacer lo que te propones.

¿Cómo percibes los errores? Hay que cambiar primero el concepto negativo que tienes de los errores o los fracasos. Se nos ha enseñado que un error o un fracaso no tiene valor alguno, pero si lo analizas con una mentalidad más abierta, podrás darte cuenta de que los errores o fracasos son una oportunidad. Si las cosas no salieron como tu esperabas, debes verlo como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Si por ejemplo, no obtuviste la máxima nota en un examen, ahora tienes la oportunidad de trabajar más en las áreas o temas que se te dificultan ya que gracias a esa evaluación será mucho más claro “pulir” los desperfectos que la próxima vez sin duda serán corregidos.

Si no hay errores, no hay aprendizaje. El problema es que a veces sobre valoramos las opiniones de los demás. Otro de los consejos que te ayudarán a recuperar la confianza en ti mismo es elegir cuidadosamente las opiniones de las personas que te rodean. Con esto no me refiero a que solo debas escuchar a las personas que te digan lo que quieras escuchar sin embargo, debes tener cuidado de no prestar demasiada atención a los comentarios ajenos que no sean verdaderamente un crítica constructiva sino que por el contrario, estén cargados de sentimientos negativos y desmotivantes. Hay opiniones que tienen el poder de hacernos sentir preocupados, arrancarnos la motivación y los ánimos para ir tras lo que deseábamos alcanzar inicialmente.

De las opiniones ajenas, debes tomar solamente aquello que te sirva y eliminar lo que no. Pero ¿Cómo saber a qué cosas no debo prestarle atención? Al desechar  todas esas palabras que te dejan el auto estima por el suelo. Descarta todas aquellas opiniones que no estén basadas en hechos. Si por ejemplo alguien te hace un comentario respecto a tu trabajo, pero no tiene una prueba o un hecho concreto que respalde tu opinión, entonces no hay motivo por el cual prestarle atención a ese comentario. Si por el contrario ese comentario señala algún error o desperfecto de mi trabajo, quizás puedas tomar esta observación para mejorar y reforzar ese aspecto que a los ojos de los demás, “te está fallando”.

Finalmente, Rodeándote de gente que te “eleve”. Es decir, convive con gente que te haga sentir bien, que sea tanto o más buena que tu. Al rodearte y compartir tu tiempo con personas tranquilas, alegres y satisfechas con sus vidas, te estarás ayudando a sentirte mejor y aumentar tu nivel de satisfacción con la vida.