La confianza en ti mismo también es una habilidad

Me gusta pensar que la confianza en uno mismo es una habilidad o la creencia en ti mismo para lograr cualquier tara, sin importar los obstáculos y dificultades a vencer. Muchas personas dirán o quizás tú también estés pensando en que “confianza en ti mismo” es lo que menos tienes. Que eres muy tímido, que eres muy torpe, que esto y que lo otro.

Sin embargo a pesar de la extensa lista de argumentos para reafirmar que no tienes confianza en ti mismo, yo mencioné que ésta es una habilidad. Y como toda habilidad o destreza, es algo que se puede practicar. Cuando aprendiste a andar en bicicleta no lo lograste solo viendo como lo hacían los otros niños, ni lo leíste en un manual: simplemente practicaste, practicaste y a pesar de las caídas, practicaste.

No existe un botón interno que podamos oprimir para activar la confianza en nosotros mismos. La confianza en uno mismo no es una fuerza mágica que nos haga capaces de lograr todo, porque si no, bastaría con levantar los brazos y decir “tengo confianza en mí mismo” para poder volar.

La clave de la confianza en uno mismo, de esta gran habilidad, está en la repetición. Al igual que lo mencioné antes, la clave para mejorar en algo es la constante repetición, entrenar una habilidad hasta que la dominemos.

El problema con la repetición es que muchas veces dejamos de lado la práctica y la repetición porque comenzamos a dudar de nosotros mismos. Porque nos dejamos vencer por la primera adversidad o el primer rechazo. Piensa en el escritor de alguno de tus libros favoritos. Seguramente llevó su libro a una editorial y le dieron un “no” como respuesta. Después de cinco “no”, pudo  haber comenzado a pensar “no tengo suerte”, después de diez “no”, pudo haber comenzado a pensar “que esa no era su verdadera vocación”, pero seguramente tuvo que haber creído en sí mismo para lograr publicar su libro después de los “no” que pudiera haber recibido hasta alcanzar su objetivo.

Insistir en algo, persistir, en otra forma de repetición aunque no son lo mismo. Muchos de nosotros repetimos acciones, pero no persistimos en ellas. Lo que hay que hacer es ponerse de pie, tocar puertas y no aceptar un “no” como respuesta.

Es importante que para que practiquemos la persistencia que nos llevará a la a confianza en nosotros mismos evitemos esa charla mental negativa. Seguramente cuando eras estudiante te decías a ti mismo “por favor, que el profesor no me pregunte a mí, no sé la respuesta” o incluso en el trabajo, cuando tu jefe desea que alguien se encargue de un proyecto lo primero en lo que piensas es en que no quieres que te elija a ti porque esa vocecilla en tu cabeza te ha hecho creer que no serás capaz de realiza lo que te encomiendan.  Que no eres lo suficientemente bueno para ello.

Si sabemos que los pensamientos – en especial los negativos – repercuten en nuestras acciones entonces ¿porqué seguimos haciéndole caso a esos pensamientos? Lo que necesitas hacer es aprovechar esos momentos de calma y silencio en los que estás solo para reafirmar lo siguiente: eres el dueño de tu destino.

Debes reafirmar, por no decir recordarte, que el que lleva las riendas de tu vida eres tu. Quien te limita no es nadie más que tu y esa vocecilla que te hace creer lo contrario. Si tu no te dices esas cosas, si tu no crees en lo que dices, nadie más lo hará.

Pero no basta con repetir en tu cabeza que eres bueno para algo y que practiques tanto. También es indispensable que te alejes de la gente que no contribuye en nada a generar confianza en ti mismo y que por el contrario – consciente o inconscientemente – se encarga de lacerarla. No es una cuestión de ego ni de falsa confianza en uno mismo, para alimentar la confianza en ti mismo, debes estar consciente de las cosas que te hacen quien eres, de tu fortalezas y tus debilidades y de cómo trabajar en ellas periódicamente no solo te ayudara a mejorarlas sino que estará al mismo tiempo mejorando tu habilidad más valiosa: la confianza en ti mismo.

¿El estrés influye en tu apetito?

No siempre comemos meramente para satisfacer nuestro apetito. A veces, las personas hacen de la comida algo que las hace sentir reconfortadas, las libera del estrés o lo ven como una especie de premio.  No siempre tenemos control sobre las causas de nuestro estrés, pero sí podemos controlar lo que comemos y cómo lo comemos. Desafortunadamente, comer no soluciona los problemas emocionales, al contrario, puede llegar a hacerte sentir peor. No solo porque el problema inicial permanece, sino porque terminamos sintiéndonos culpables o comiendo de más.

Es importante ser conscientes que en la vida diaria, durante períodos positivos y negativos donde el estrés se apodera de nosotros, las personas pueden experimentar desórdenes del sueño y aún de alimentación. Sin embargo, lo que suele presentarse es un conjunto de comportamientos aislados que nos harían pensar que estamos sufriendo desórdenes de algún tipo. Es por ello que debemos aprender a identificar si la manera en que comemos tiene que ver nuestros problemas emocionales para poder deshacernos de ese hábito compulsivo, que podría ser el mismo hábito que se ha encargado de arruinar tus dietas en el pasado.

Primero que nada debes aprender a diferenciar entre la necesidad y las ganas de comer: la primera es una cuestión biológica para obtener la energía necesaria para que tu organismo funcione mientras que las “ganas de comer” son por placer sin realmente tener una necesidad fisiológica.

El hambre emocional  o hambre por estrés se caracteriza por:

-Aparecer de repente, sin importar el tiempo transcurrido desde nuestra comida anterior.

-El deseo de ciertos alimentos específicos, no cualquier cosa.

-Hacernos sentir insatisfechos sin importar la cantidad de comida consumida.

-Si no comemos de inmediato, nos angustiamos.

El hambre por estrés, como también se le llama, se caracteriza por una rápida ingesta de los alimentos, a menudo son alimentos dulces y/o salados entre comidas que se comen sin tener el conocimiento de porqué se les come, las cantidades de los mismos dejan de importante y a pesar de ello la sensación de hambre persiste. Cuando estamos ocupados con la comida, dejamos de pensar en las cosas que nos angustian, deprimen o enojan, por lo que en esos momentos nos sentimos mejor.

Cuando se trata de comer para reducir el estrés, tu objetivo principal se divide en dos: impulsar las hormonas de la felicidad (la serotonina y la dopamina) y reducir las hormonas del estrés (cortisol y la adrenalina), algo que la pasa la factura al cuerpo con el paso del tiempo.

De acuerdo con un estudio realizado por la escuela de Medicina de Harvard, cuando estamos en una  situación de estrés, el cerebro puede responder de dos formas: pelear o huir. Durante los primeros momentos en los que enfrentamos una situación que provoca angustia, el cuerpo libera adrenalina y el apetito disminuye.

Sin embargo, cuando no somos capaces de superar las dificultades, el estrés que se queda con nosotros activa la segregación de la hormona cortisol. El cortisol es responsable del aumento del apetito, por lo tanto, las personas que acumulan estrés pueden sentir antojos especialmente de comidas altas en azúcares y grasas.

Para evitar comer comida chatarra, es indispensable tener un bocadillo saludable a la mano. Si tienes frutas y verduras listas y disponibles te permitirás  mimarte con algo dulce de buen sabor y con valor nutricional.

También se recomienda que incluyamos en nuestra dieta  un tazón de avena, cereal integral, panes y pastas con un alto nivel de fibra, frijoles y lentejas, que están llenos de vitamina B que ayuda a mantener altos los niveles de energía. Villacorta también recomienda quínoa, camote o batata y fruta.

Los alimentos con altos niveles de ácidos grasos Omega 3 —como las nueces, almendras, linaza, piñones, atún y salmón— ayudan a controlar el aumento poco saludable de las hormonas del estrés. También protegen contra los trastornos del humor como la depresión y son importantes para la función cerebral.

Asegúrate de ingerir las vitaminas y minerales que tu cuerpo necesita. La falta de magnesio, potasio y calcio, le impide al cuerpo reducir el daño provocado por las hormonas generadas por el estrés. Además, estos minerales son relajantes y ayudan a mantener estable el ritmo cardiaco.

No existe una alimentación que acabe con el estrés, pero una buena alimentación nos mantiene sanos y fuertes. Para evitar que el estrés afecte tu salud y tu peso, puedes contrarrestar sus efectos con prácticas simples como hacer ejercicio, cuidar de tu alimentación y  reducir al mínimo el consumo de bebidas alcohólicas.

Alimentos que te ayudarán a estar más concentrado

Existe una tendencia respecto a los alimentos y otros suplementos alimenticios que incrementan la energía, además de que se cree que ayudan a mejorar la concentración y mejoran la memoria, promoviendo el buen funcionamiento del cerebro.

Alimentos que te ayudarán a estar más concentradoPero ¿En verdad funcionan? No  cabe duda de que a medida que envejecemos, nuestro cuerpo comienza a hacerlo junto con nosotros. La buena noticia es que podemos mejorar estos cambios y mantener un cerebro y cuerpo saludable al incluir ciertos alimentos y bebidas en nuestra dieta.

La cafeína. No existe ninguna bebida que eleve tu IQ o te haga más listo, pero algunas bebidas que contienen cafeína te ayudan a estar más alerta y mucho más concentrado, como es el caso del café, el chocolate y las bebidas energéticas.

La capacidad de la cafeína de potenciar el estado de alerta y la atención prolongada está ampliamente documentada, y su función primordial como estimulante del sistema nervioso central se debe a su acción como antagonista de la adenosina. La adenosina es una sustancia química generada de manera natural por nuestro cuerpo que actúa como mensajera regulando la actividad cerebral y modulando el estado de vigilia y sueño (es una “señal de cansancio”). La cafeína bloquea los receptores específicos de la adenosina presentes en el tejido nervioso, y en particular en el cerebro, manteniéndonos despiertos. Gracias a este mecanismo, la cafeína puede potenciar la capacidad de realizar un esfuerzo físico y mental, antes de que aparezca el cansancio. El bloqueo de los receptores de adenosina puede contribuir a la constricción de los vasos sanguíneos, lo cual alivia la presión de las migrañas y los dolores de cabeza, y explica por qué muchos analgésicos contienen cafeína.

El  azúcar. Una de sus principales funciones del azúcar es proporcionar la energía que nuestro organismo necesita para el funcionamiento de los diferentes órganos. Recuerda que el azúcar es necesaria y si se consume con moderación es sana.   El azúcar contiene vitaminas: B1, B2, A. así como sacarosa, glucosa (dextrosa), fructosa (levulosa) y antioxidante.  Ya que e l azúcar pertenece al grupo de los hidratos de carbono, la principal fuente de energía para el organismo. La stevia es uno de los pocos sustitutos naturales del azúcar, y es conocida como “hoja dulce” por su sabor y que de sus hojas se extrae una sustancia mucho más dulce que el azúcar. Es muy recomendable para aquellas personas que están realizando una dieta y para diabéticos.

Granos enteros. Los granos enteros son las semillas de diferentes granos que conservan las tres partes que los componen. Si la semilla ha sido procesada (molida, picada, triturada y/o cocida), el producto final deberá contener aproximadamente la misma composición de nutrimentos que se encuentran en la semilla del grano original.

Los granos enteros ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares y a mantener estables los niveles de glucosa sanguínea. Son una excelente opción para aquellas personas que sufren de estreñimiento ya que mejoran el tránsito intestinal.

Pescado. Las sustancias del pescado que contribuirían al desarrollo cerebral son los ácidos grasos omega 3. En especial en el salmón, la sardina y el atún blanco.  No solamente es bueno para el desarrollo del cerebro y las funciones cognitivas, sino para la protección del mismo y su funcionamiento normal en la vida.

El pescado, es la fuente natural más rica de ácidos grasos omega 3. Estos ácidos estabilizan el ritmo cardíaco, disminuyen la concentración de triglicéridos (que obstruyen las arterias), aparentemente mitigan la inflamación crónica de las arterias y reducen ligeramente la presión arterial.

Nueces. Las nueces son uno de los grandes alimentos del cerebro. Aportan gran cantidad de ácidos omega-3, omega-6 y vitaminas B6 y E. También son unas grandes reguladoras de la serotonina, una sustancia que modifica nuestras emociones y sentimientos.

los expertos en nutrición recomiendan, que para una dieta de 2.000 Kcal./día, aproximadamente el 25 por ciento de las kilocalorías deben ser aportadas por las grasas, lo que en gramos equivale aproximadamente a 55 gr. de grasa diaria. Se aconseja que alrededor de 40 gr. de esta grasa sea de origen vegetal, como en el caso de las nueces, o animal, como en el caso del pescado.

Aguacate. Los aguacates proporcionan aproximadamente 20 vitaminas y minerales esenciales: potasio, ácido fólico y otras vitaminas B, así como vitaminas E y K. También contienen fitonutrientes, que se cree previenen de muchas enfermedades crónicas.

 Los aguacates actúan como un «acelerador nutritivo» al permitir que el cuerpo absorba mayores nutrientes de grasa soluble, tales como alfa y betacarotenos así como luteína y vitaminas A, D, K y E en los alimentos que son consumidos con aguacates.

Arándanos. Contiene flavonoides y polifenoles, poderosos agentes antioxidantes que impiden la formación de radicales libres y, por tanto, previenen y ayudan a tratar daños en las células, reducen el riesgo de cáncer e infecciones y fortalecen el sistema inmunológico.

El jugo de arándano es una excelente fuente de suplementos que nos protege de las moléculas dañinas a que estamos expuestos diariamente. Recientes investigaciones revelan que los arándanos son una fuente rica en antioxidantes; si se consumen de manera regular fortalecen la memoria.

 

Empieza a ganar seguridad en ti mismo

La auto confianza es el elemento que te permite ganar seguridad en ti mismo, te da el aplomo necesario para enfrentar al mundo en la manera en que debes enfrentarlo.

Empieza a ganar seguridad en ti mismo¿Has notado que existen personas que tienen más seguridad en sí mismas que otros?  ¿Qué algunas proyectan mucha más confianza en sí mismos? ¿Caminan más erguidos, como si tuvieran mayor dominio de la situación? Estas personas seguramente hacen las cosas de distinta manera a la de los demás.

Contrarias a estas personas, existen otras que tienen ciertos problemas de confianza y autoestima. Esto es una situación que tiene origen en la mente, más precisamente en el subconsciente y es nuestra mentalidad la que no  nos permite llegar a un estado de auto confianza para enfrentar el mundo de manera segura. Voy a compartirte un par de consejos que a mí me han servido para mejorar paulatinamente mi auto confianza:

1.      Vestirse bien. Con esto no me refiero a que tengas que gastar el paso de un mes entero en ropa de marcas reconocidas. Vestirse bien es una cuestión de llevar la ropa limpia, bien planchada, los zapatos lustrados y todas las cuestiones que tengan que ver con el aseo personal para que las demás sepan – y tu mismo te hagas a la idea – de que eres una persona limpia y ordenada, no solo con las cosas sino también con tu persona.

2.      Cuida la forma en que caminas. La manera en que caminas dice mucho más de ti de lo que imaginas. Nuestra mente subconsciente es la que se encarga de tomar decisiones por nosotros, muchas de esas van más allá de lo que nosotros percibimos. Caminar erguido es una clara señal de auto confianza por ello, procura hacerlo de esta manera. También debes tener más en cuenta la velocidad de tu caminata y te vas a dar cuenta de cómo tu autoconfianza aumentará un poco más.

3.      Sonríe más. Las personas cotidianamente enfrentan una cantidad tal de estrés que les resulta mucho más difícil sonreír. A todos se nos olvida que la vida es para disfrutarla. Parte de la auto confianza radica en estar consciente de que la vida es para disfrutarla al máximo y de que debemos procurar sacarle el mayor provecho a la misma. Sonreír más a menudo no tiene que ser algo mecánico, pero mi consejo es que te permitas hacerlo con mayor frecuencia.

4.       Sé agradecido. Agradece todo aquello que ya tienes, por lo que eres, por lo que has superado, los éxitos, los logros e incluso los fracasos que te han hecho crecer. la gratitud es el aspecto de nuestro carácter más fuertemente asociado a la satisfacción vital y todas las cosas buenas que se derivan de ella.

5.      Elogia a los demás. La capacidad de hacer cumplidos o elogiar adecuadamente es un aspecto importante de entablar y fortalecer nuestras relaciones con los demás. n este mundo ingrato en que vivimos, todos necesitamos sentirnos amados y apreciados. Cuando prodigamos elogios francos, fortalecemos a nuestros semejantes y les elevamos el ánimo. Las alabanzas sinceras les darán motivo para seguir dando lo mejor de sí. El motivo para hacer esto es que esos mismos elogios pueden verse reflejados hacia tu persona. Agradecer y elogiar a los demás sirve muchísimo para crear auto confianza.

6.      Finalmente, interactúa más con las personas. Comienza a conversar con las personas con las que normalmente no lo haces. Puedes comenzar a vencer la timidez de esta manera. Simplemente se tu mismo, hablar de manera confianza y disfruta la charla. No necesitas una lista de temas de conversación pero siempre es bueno comenzar a abrirte hacia los demás y darte a conocer. Te sorprenderá como la charla es el elemento ideal para desenvolverse en tu entorno.

El agua también afecta tu humor

Seguramente tú también has escuchado sobre esa regla de que hay que tomar ocho vasos de agua al día. Pero ¿Sabías que la cantidad de agua que ingieres también te hace un persona más agradable con la cual estar?

De acuerdo con dos estudios realizados por la universidad de Connecticut publicados en Febrero en el Journal of Nutrition, basta con que el cuerpo humano presente un mínimo signo de deshidratación para modificar el humor de la persona, el nivel de energía así como la capacidad para pensar con claridad. El estudio se realizó en dos grupos (de hombres y mujeres) con integrantes sanos y activos físicamente, desde personas que eran atletas hasta los que tenían vidas más sedentarias, es decir aquellos que realizan actividad física tan solo entre 30 y 60 minutos por día.

Según este estudio, cada uno de los participantes realizó tres actividades que conducirían a la deshidratación. Después, se les aplicó un examen en el que medirían su capacidad de concentración, reacción, aprendizaje, memoria y razonamiento. El examen demostró que sin importar que la persona hubiera caminado tan solo por 40 minutos, el grado de deshidratación tuvo como consecuencia una pérdida de aproximadamente 1.5 % del volumen de agua en el cuerpo. Es decir, que de acuerdo con este estudio, en cuanto te sientes sediento ya has comenzado a deshidratarte.

Además, el estudio arrojó que la deshidratación (por mínima que fuese) puede ocasionar dolores de cabeza, fatiga y dificultad para concentrarse. También notaron que las mujeres con un leve grado de deshidratación tenían mayor dificultad para realizar las tareas, aunque no había disminución substancias en sus habilidades cognitivas.

El estudio que involucraba a los hombres (publicado en el British Journal of Nutrition en noviembre del 2011) arrojó resultados similares, en los que una mínima deshidratación provoca algunas dificultades para realizar tareas mentales, en especial aquellas que involucren vigilancia y la memoria. Aunque los hombres también experimentaron fatiga, tensión y ansiedad debido a la deshidratación, los cambios de humor fueron más notorios en las mujeres que en los hombres, tanto durante como después del ejercicio.

Antes de que se realizaran estos estudios, ya se sabía que la deshidratación compromete el desempeño físico de las personas. Los estudios no solo arrojan las consecuencias que la deshidratación ocasiona en los atletas de alto rendimiento, sino también en aquellas personas con una vida sedentaria que están demasiado ocupadas como para beber suficiente agua a diario. Cuando el nivel de deshidratación es superior al 2% disminuye la capacidad de memoria a corto plazo y puede afectar por igual a adultos jóvenes y a personas mayores. Por último, se considera severa cuando la deshidratación es superior al 5%, aunque esta situación no es habitual entre la población general.

Los efectos de la deshidratación en la actividad física diaria son bien conocidos, pero no así las consecuencias que puede tener el bajo consumo de líquidos para la buena respuesta del cerebro en el desarrollo de una actividad neuronal. Una correcta hidratación influye en el buen funcionamiento del cuerpo y de la mente. El conjunto de procesos mentales que intervienen en la inteligencia y el pensamiento sufren alteraciones como consecuencia de la deshidratación. La memoria, el aprendizaje, la capacidad de atención, etc. pueden disminuir por la falta de líquidos, sobre todo cuando el cuerpo sufre pérdidas de más del 2%. Si se pierde más del 3% de los líquidos corporales pueden aparecer fuertes dolores de cabeza, alteración en la destreza, y desorientación. Y, cuando las pérdidas superan el 6% es frecuente que se produzcan delirios y/o alucinaciones, disminuye drásticamente la memoria a corto plazo y la capacidad de concentración.

La deshidratación leve o moderada se caracteriza por sed, inquietud o irritabilidad, ojos normales o ligeramente hundidos y, en los lactantes, depresión de la fontanela. Los signos de deshidratación grave son letargo o pérdida del conocimiento, escasa ingestión de líquido o incapacidad de beber, ausencia de diuresis, extremidades frías y húmedas, tensión arterial baja o indetectable y pulso rápido y débil.

Tomar líquidos generalmente es suficiente en casos de una deshidratación leve. Es mejor tomar pequeñas cantidades de líquido frecuentemente en vez de tratar de forzar una gran cantidad de líquido de una sola vez. La ingesta de grandes cantidades de líquido de una sola vez puede producir  vómito. Los expertos recomiendan consumir aproximadamente 2-2,5 litros de líquido al día, proviniendo un 20-25% de los alimentos y un 75-80% de las bebidas, es decir, esta cantidad debe ser aportada a través de la dieta diaria.