Con los años, el término de “verdadero yo” ha sido usado para describir la verdadera naturaleza de uno mismo y quienes son en realidad. Por otro lado, el falso yo representa todo lo que no es verdad y está compuesto de ilusiones. Al esconder nuestro verdadero yo, atraemos hacia nosotros a aquellas personas que encarnan lo que hemos mantenido en secreto.
Y mientras que por dentro uno siempre desea apegarse a su verdadero yo, con frecuencia esto es muy difícil y el mundo pareciera desalentarnos a ello, lo cual significa que muy poca gente hace el esfuerzo de conocer su verdadero yo y más aún de revelarlo ante los demás.
Todos los días sin que lo notemos traemos puestas caretas para evitar que los demás y nosotros mismos sepan como somos, lo más triste de usar una es creer en verdad nos engañamos queriendo ocultar lo que sentimos y eso es lo que representa una máscara , una coraza que se supone nos protege de los daños emocionales que alguien más pueda hacernos . La normalidad de la personalidad se refleja en la flexibilidad y adaptabilidad con que un sujeto se enfrenta al medio y en que la percepción y conductas típicas se traduzcan en un incremento de la satisfacción personal.
De acuerdo con la Asociación Psiquiátrica Norteamericana, los rasgos de personalidad son patrones persistentes de formas de percibir, relacionarse y pensar sobre uno mismo y el entorno, que se ponen de manifiesto en una amplia gama de contextos sociales y personales.
Uno de los motivos más frecuentes por los que no revelamos nuestra verdadera personalidad es la búsqueda de aceptación. buscamos ser aceptados por los demás, porque el simple hecho de sentirnos aceptados por el resto de las personas que nos rodean, nos hace sentir integrados ya que nos importa saber lo que ‘inspiramos’ en los demás y esta es una de las más grandes necesidades de los seres humanos, aunque sean muy pocos los que se dan cuenta. De no ser así, no existirían tantas personas transitando por el camino equivocado.
La búsqueda de aceptación surge cuando un ser humano necesita la opinión de otro para validarse como un ser humano digno de ser querido y tenido en cuenta. Esta definición se opone a la no necesidad de ser aceptado, validado en su talento o querido, porque la persona se considera -a sí mismo- digno de ser querido, aceptado, validado, sin que haga falta la opinión de otro, ajeno a él. Y aunque las personas suelen creer lo contrario, la gente que tiene firmes convicciones, segura de sí misma, que respeta sus propias necesidades, que se atreve a ser sincera y no permite que la manipulen, es mejor aceptada, tiene más amigos y suele caer bien en todos lados.
Lo que tenemos que desarrollar es nuestro propio ideal, no uno al que hayamos sido condicionados a aceptar, sino uno que sea de nuestra propia creación. ¿Cómo queremos ser? Fíjense que no digo cuál es el papel o el estatus que queremos jugar o lograr dentro de un marco existente. No estamos aquí simplemente para encajar con la sociedad moderna.
La aceptación de uno mismo incluye tanto nuestros puntos negativos como nuestras cualidades. Vivimos en una sociedad que castiga el orgullo sobre uno mismo, que predica la humildad. Una buena cualidad no debería ser motivo de vergüenza, ni despertar envidias o hacernos sentir incomprendidos. Explora tus cualidades y no tengas miedo de decirte a ti mismo “Soy más inteligente que la mayoría de la gente que conozco”, “Soy una persona atractiva” o “Soy muy competente en todas las tareas que emprendo”. Cuando puedas decírtelo creyendo en ello y sin sentir vergüenza, notarás como tu autoestima se eleva.
Un ser alagado es una persona que camina con la cabeza en alto en pos de un objetivo, sin importarle mayormente la opinión de muchos porque está seguro. Aunque parezca sencillo, en ello radica el secreto del éxito y en parte de la felicidad porque te sientes bien contigo mismo, relajado por la vida, sientes que eres capaz de crear expectativas, eres un aporte, un colaborador, una persona significativa, un apoyo para otros que creen en ti, a partir de allí la vida tiene sentido.