La manera en que hablamos y escuchamos a los demás define en gran medida nuestras relaciones interpersonales, ya sea amistad, una relación íntima o incluso un matrimonio. Pero quizás uno de los escenarios en los que nuestra personalidad dificulta aún más la interacción con otra persona es en el matrimonio. Estoy segura de que muchas personas desearían mejorar sus habilidades de comunicación a fin de llevar una mejor relación con su cónyuge.
El instinto de conservación, que lleva a un individuo a marcar con recelo su propio territorio, es el responsable en gran parte de los conflictos y malentendidos que se generan en la interacción con los demás. Al considerar el mundo un lugar hostil y amenazador, las relaciones se convierten automáticamente en un terreno peligroso donde los demás se ven más como rivales que como aliados.
Y es que, queramos o no aceptarlo, la intimidad con nuestra pareja se logra o no debido a nuestra capacidad para saber escuchar. Escuchar a la otra persona sabiendo que esta nos abre su corazón es algo que no deberíamos pasar por alto. El mejor regalo que podemos hacerle a nuestra pareja es el de permitirle ser escuchado.
El problema es que cuando las cosas se calientan y nos podemos a la defensiva, como quizás sucede la mayoría de las veces, – aún si no queremos hacerlo de manera consciente -. Pareciera que somos muy buenos para percatarnos cuando alguien más se pone a la defensiva, pero no resulta igual de sencillo cuando se trata de nosotros. Una vez que nos ponemos a la defensiva somos incapaces de ver ambos lados de la información o peor aún, imposibilitamos todo intento de comunicación.
Ponerse a la defensiva es un estado casi universal y es una actitud “archi enemiga” de la escucha, por ende, es imposible que logremos comprender los motivos, puntos de vista o anhelos de nuestra pareja. Para deshacernos de esta actitud defensiva que tanto daño hace a nuestras relaciones debemos:
- Identificarla. Estar a la defensiva es un estado que se activa casi automáticamente cuando nuestro cónyuge nos dice “debemos hablar”. A partir de ahí, todo lo que la otra persona nos diga será respondido con una serie de “peros” o evasivas. Cuando estamos a la defensiva, todo lo que escuchamos de la otra persona suena como exageraciones o quejas distorsionadas de parte de nuestra pareja, por lo que solemos insistir en refutarlas como errores e insistir en que la otra parte está equivocada. Si logras percatarte de esta actitud defensiva, seguramente podrás evitar caer en la misma con tanta facilidad.
- Respira. Si nos ponemos a la defensiva es porque nuestro cuerpo creer que está en peligro o siendo atacado. Nuestro sistema nervioso es el que se encarga de ponernos nerviosos o en guardia, haciendo que nuestro cerebro no pueda prestar atención o recibir nueva información. Es por ello que para no tomar esta actitud debemos aprender a tranquilizarnos. Intenta respirar profundamente y exhalar pausadamente.
- No interrumpas. Si logras escuchar a la otra persona sin interrumpir, es una buena señal de que has logrado tranquilizarte.
- No escuches cuando no puedas. Obligarte a ti mismo a escuchar cando no estás en condiciones para ello puede hacer más daño que bien. Dile a tu pareja que realmente quieres tener la conversación que te pide, que reconoces la importancia de la misma pero que no te sientes en condiciones de tenerla en ese momento.
- Pide detalles. Esto ayudará a que el punto de tu pareja quede mucho más claro y le dará la certeza de que estás intentando entenderle. Debes tener presente que el pedir detalles de cuándo o cómo sucedió X evento no es con el afán de crear un círculo de acusaciones y refutaciones. No eres un abogado que deba defender a su cliente ante un juez, solo escucha e intenta comprender.
- Discúlpate cuando sea necesario. Casi siempre que atravesamos una situación difícil o un malentendido con nuestra pareja es precisa una disculpa. No tienes que arrodillarte y pedir clemencia, pero basta con que tu pareja se percate de que es de corazón, que eres capaz de tomar responsabilidad por tus actos y decisiones y que no solamente estas evadiéndole.
Recuerda que es importante reflexionar sobre nuestro comportamiento defensivo, sin justificarnos, de forma objetiva y realista, para descubrir qué lo origina y si a través de él podemos realmente solucionar o aclarar el conflicto que enfrentamos, porque, quizás, pudiéramos agravarlo con nuestra reacción y actitud. Mientras tengamos una disculpa para actuar como lo hacemos no cambiaremos nuestro comportamiento y, lo más grave, no evitaremos que vuelva a repetirse.