La práctica puede ser vista como la brecha que hay entre tú y tus metas. Pero ¿qué es práctica? Puede ser el impedimento que te detiene y te haga comenzar a dudar de que seas realmente mucho mejor que los demás para hacer algo; pero también puede ser la diferencia entre ser bueno y ser el mejor, mientras que la mediocridad y la excelencia van en direcciones opuestas. La práctica puede definir tus habilidades en diferentes escalas de principio a fin, puede ser una estrategia de ruptura o bien el camino hacia un auténtico éxito.
La práctica es semejante a un amigo brutalmente honesto que te hace darte cuenta de tus debilidades o de aquellos puntos o aspectos en los que deberías trabajar más arduamente. Lo quieras, la práctica es la mejor maestra que te mostrará esas debilidades, pero que al mismo tiempo, te permitirá corregirlas o eliminarlas.
Pero existe una marcada diferencia entre practicar y trabajar duro: Toda práctica requiere de trabajo arduo pero no todo el trabajo arduo es práctica.
El trabajo duro es todo ese sudor y lágrimas que implica el concretar una sola tarea, ya sea que se trate de una intelectualmente estimulante, de una compleja o de una sumamente aburrida o repetitiva. El trabajo duro es el que realizas cuando vas a la universidad, a la escuela de medicina o algún programa de certificación. El trabajo duro también es el que realizas cuando estás en el jardín limpiando las hojas del jardín, bañando al perro o cuidando de tus hijos durante todo el día. El trabajo duro es entonces, el esfuerzo que realiza tu cuerpo y mente, independientemente de la tarea.
Cuando el trabajo duro entrena y refina tu cuerpo o tu mente para realizar una sola tarea perfectamente, sin esfuerzo, fuerza o complicaciones, entonces se le llama práctica. Esto puede ser la práctica de tus habilidades y destrezas en algo que te interesa medianamente, ya sea tu escritura, la danza, al cocinar, en tus habilidades de comunicación, yoga, meditación o en cualquier otra cosa que pudiera tener el carácter de una disciplina.
El trabajo duro puede ser un desperdicio de habilidades si lo vemos desde otra perspectiva y no muestra resultados más allá de lo inmediato. Por ejemplo, si piensas en todas esas horas invertidas en las que te esforzaban en demasía por un proyecto o un trabajo de baja perfil, seguramente sentirás que fue mucho trabajo duro mal invertido.
La práctica, por otra parte, nunca pasa desapercibida por mucho tiempo. Cuando se practica sistemáticamente algo, se nota – ya sea que pretendamos eso o no.
6 claves para conseguir la excelencia, que podemos aplicar tanto a nivel personal como profesional:
1. Perseguir lo que te gusta. Pasión, motivación, resistencia y perseverancia.
2. Realiza el trabajo más duro primero, pues es cuando tenemos más energía y la menor cantidad de distracciones.
3. Practicar de forma intensa. Trabajar sin interrupciones durante 1 hora y media, es el máximo tiempo que podemos estar concentrados en una tarea. Y luego tomar un descanso.
4. Buscar retroalimentación de los expertos en dosis intermitentes. Obtener información simple y precisa. El excesos de información conlleva sobrecarga cognitiva, aumenta la ansiedad e interfiere en el aprendizaje.
5. Tomar descansos regulares de renovación. Descansar después de un gran esfuerzo es clave. Permite interiorizar el aprendizaje y a avanzar.
6. Crear rituales en la práctica. Con el tiempo se convierten en hábitos que simplifican el trabajo y nos permiten hacer las cosas casi “sin pensar”.