El otoño e invierno son temporadas en que mucha gente experimenta estado de ánimo depresivo, pesadez excesiva, irritabilidad y ansiedad, sin que se sepa a ciencia cierta por qué ocurre. Existen una considerable cantidad de individuos para quienes estas temporadas, año con año, significan no una metáfora sino el advenimiento en carne propia de estados depresivos y angustiantes que les afectan considerablemente.
A medida que se acerca la época de frío (aunque también se conocen casos atípicos de quienes se deprimen en verano), las personas que padecen el llamado trastorno afectivo de temporada duermen por periodos más prolongados, dejan de participar en actividades sociales y comienzan a padecer los síntomas característicos de los estados depresivos mayores, entre los que destacan:
Sentimientos de tristeza y vacío (denominado persistente).
Falta de interés en actividades que antes disfrutaba, incluyendo el sexo.
Desesperanza y pesimismo.
Sentimiento de culpa, de no valer nada y de impotencia.
Disminución de la energía, fatiga y sensación de vivir «en cámara lenta».
Intranquilidad e irritabilidad.
Dificultad para concentrarse, recordar y tomar decisiones.
Pensamientos suicidas o de muerte, intentos de suicidio.
Malestar físico persistente: dolores de cabeza, trastornos digestivos o dolor crónico sin causa aparente y que no responde a tratamiento.
Otra característica común de quien padece depresión en otoño e invierno es la reacción que presenta ante los cambios en la luz ambiental: suele informar que su estado empeora cuando el tiempo está nublado o la luz interior disminuye.
La causa de la depresión en otoño e invierno es desconocida, aunque se sabe que quienes la sufren, en un número muy considerable, tienen un pariente con una enfermedad psiquiátrica como trastorno depresivo o abuso de alcohol. Asimismo, las investigaciones en curso no dejan de tomar en cuenta teorías que apuntan a problemas neuronales, hormonales y de envejecimiento como causas del padecimiento.
Al disminuir las horas de exposición a la luz del sol, nuestro cerebro produce menos serotonina, que es el neurotransmisor encargado de regular nuestro estado de ánimo, la conducta alimenticia o el sueño, entre otras cosas. La llegada del otoño no nos afecta a todos con la misma intensidad. Hay personas que se muestran más sensibles a estos cambios de estación y por eso desarrollan este trastorno afectivo estacional.
Los síntomas más comunes se traducen en falta de energía y motivación para realizar las rutinas cotidianas y una sensación de desazón y tristeza. Lo normal es que este desasosiego vaya desapareciendo a medida que el calendario avanza y nuestro cuerpo se adapte a la nueva estación. No obstante, si este malestar persiste y se prolonga en el tiempo lo más recomendable es recurrir a un profesional para atajar esta situación.
Actividades que ayudan a sobrellevar la «depresión otoñal: generalmente, la “depresión otoñal” es un trastorno pasajero que podemos combatir realizando una serie de actividades que nos ayudarán a sobrellevar este cambio estacional de una manera más positiva.
Prolonga la exposición a la luz natural: procura dar paseos o realizar gestiones en las horas del día con más luz solar. Haz también ejercicio al aire libre, verás cómo mejora tu estado de ánimo y energía.
Duerme bien: procura dormir las horas que necesites y de manera regular durante toda la semana. Alterar el sueño en esta etapa puede resultar negativo para nuestro ánimo.
Cuida tu dieta: la alimentación se convierte en un elemento fundamental para afrontar con éxito este cambio de estación. Procura ingerir alimentos saludables y equilibrados. Incluye legumbres, cereales, carne y verduras que aportan hierro y fortalecen el organismo. Los frutos secos son otro buen aliado que nos ayudará a aumentar nuestras reservas energéticas. Por el contrario, huye de los productos de azúcar refinado y con carbohidratos simples.
Aunque en algunos casos hay respuesta favorable con medicamentos antidepresivos prescritos por un psiquiatra, es muy importante que el paciente se ayude a sí mismo y considere que el suyo no es un caso aislado. Deben evitarse los pensamientos obsesivos que comúnmente llevan a pensar en el pasado o en que se ha perdido el camino, y en cambio continuar con los proyectos personales, de trabajo, en familia o pareja.
También debe aprenderse a ser paciente y concederse momentos de descanso aún cuando se intente realizar un «trabajo al máximo», pues cuerpo y mente tienen un límite que se debe respetar, y si durante una temporada disminuye el ritmo de trabajo no va a ocurrir nada.
Ante todo, quien padece el trastorno afectivo de temporada debe tener en mente que no está solo, que existe mucha gente para la que es importante y valiosa su compañía, y que un tratamiento eficaz permite en la abrumadora mayoría de los casos revertir los problemas derivados de esta enfermedad.