Porque nos afecta la caída del cabello, pues porque por mucho que nos empeñemos en que hemos de aceptarnos tal como somos, en que la belleza está en el interior (la verdad, a mí las radiografías me invitan a pensar que eso de la belleza interior es una descomunal falacia) y demás tonterías blandengues con tufillo a guionista de Disney con empacho de caramelos de fresa. Por mucho que queramos, digo, negarlo, tener buen aspecto redunda en favor de la felicidad…
… ¡Pero! ¿Qué es esto? ¡¡Pelos en el peine!! ¡Ay mísero de mí, y ay, infelice! / Apurar, cielos, pretendo, / ya que me tratáis así / qué delito cometí / contra vosotros naciendo; / aunque si nací, ya entiendo / qué delito he cometido.
Dejando de lado el sobrecogedor monólogo de Segismundo, en La vida es sueño de Calderón de la Barca. Y dejando, de acuerdo, los dramas excesivos, a muchas personas no les acaba de gustar en absoluto la idea de quedarse calvas. Pero, ¿qué hacer?: