Buscando la felicidad

Yo no fui especialmente feliz de niño y como buena adolescente, me regodeaba en mi amargura. Sin embargo, un día caí en la cuenta de que había tomado el camino fácil. Cualquiera puede ser infeliz; no se necesita valor ni esfuerzo. Lo verdaderamente meritorio es luchar por ser feliz, vivir buscando la felicidad.

Buscando la felicidadEl concepto de esforzarse por ser feliz sorprende a muchos. Pensamos que la felicidad es un sentimiento resultante de las cosas buenas que nos suceden, las cuales casi nunca dependen de nosotros. Hay muy poca relación entre las circunstancias en que uno vive y su felicidad.

Es todo lo contrario: la felicidad depende en gran medida de nosotros. Es un combate que uno debe ganar; no un sentimiento que se espera con los brazos cruzados. Ahora bien, para llevar una vida más dichosa conviene salvar algunos escollos.

He aquí tres:

Compararse con otros. La gente suele compararse con otros, sobre todo con personas a las que considera más felices: un pariente, un amigo o alguien a quien apenas conoce.

Perfección idealizada. Casi todos tenemos un concepto ideal de la vida, por desgracia muy rara vez el trabajo, el cónyuge y los hijos satisfacen esas expectativas. Antes de cambiar de actitud, debemos deshacernos de esos concepto de familia “perfecta”.

Síndrome de la Teja Faltante. Si quieres sabotear tu felicidad nada mejor que obsesionarse hasta por las mínimas fallas. Cuando veas un tejado, fíjate solamente en el hueco de la única teja faltante. Una vez que identifiques la teja faltante, pregúntate si tenerla te hará de veraz feliz. Entonces podrás optar por alguno de estos tres caminos: conseguirla, sustituirla u olvidarla y concentrarte en las otras tejas.

Una de las principales conclusiones a las que he llegado es que hay muy poca relación entre las circunstancias en que uno vive y su felicidad. Basta reflexionar un instante para comprenderlo.  Todos conocemos gente infeliz que lleva una vida relativamente fácil y gente dichosa que ha sufrido horrores.

El primer secreto es la gratitud. Todos los seres felices rebosan gratitud. La felicidad está afuera del alcance de los desagradecidos. Es cierto que algunas personas se quejan cuando se sienten infelices, pero es más cierto que quejarse hace a la gente infeliz.

El segundo secreto estriba en comprender que la felicidad es producto de otra cosa. Y entre las fuentes más comunes están los intereses que dan sentido a nuestra vida, como estudiar insectos y jugar futbol. Cuantas más pasiones cultivemos, más felices seremos.

Está, por último, la  creencia en algo permanente que nos trasciende y el convencimiento de que nuestra existencia tiene un sentido profundo. Necesitamos una fe espiritual o religiosa, o una filosofía de la vida.

Cualquiera que ésta sea, deberá contener el siguiente axioma: si decides fijarte en lo positivo de todo, serás bienaventurado: si, en cambio, resuelves fijarte en lo negativo, serás desdichado. Al igual que con la felicidad, es tu decisión.