La necesidad de tenerlo todo bajo control es natural en los seres humanos como un instinto de supervivencia. Pero de tomar el control en situaciones que necesitan nuestra presencia. Pero de tomar el control en situaciones que necesitan nuestra presencia –o cuando debemos tomar acción – a veces pasamos a ser controladores, intentando que nuestra manera de trabajar, pensar u organizar sea incuestionablemente la mejor y asumiendo que nuestra intervención es necesaria y beneficiosa para todos.
Nos transformamos en personas que quieren vigilar que las cosas ocurran a nuestra manera. Y tratando de mantener el control, lo perdemos.
Cada vez que crees que estas en control del otro y del mundo que te rodea estas dando a entender que te sientes superior, que no necesitas que nadie te ayude y que solo lo que tú haces está bien; esto tiene unos efectos devastadores para ti, pues resultas cargándote con cosas que no te pertenecen y además irrespetas a quien tu deseas controlar y a ti mismo, pues crees que el otro no puede hacerse cargo por sí mismo, menospreciándolo; y haces lo mismo contigo, pues dudas de tu capacidad de resolver situaciones de manera creativa.
Revisa tu historial personal. El deseo de controlar puede tener sus antecedentes en la infancia, ya sea por falta de armonía en el hogar, por no haber tenido una estructura familiar que nos hiciera sentir seguros o por haber tenido padres controladores. Al repasar esos años podremos descubrir que nuestra actitud actual tal vez sea una respuesta a lo que vivimos en aquel momento.
Cuidarse emocionalmente. La persona controladora tiene tendencia a ser impaciente, irritable y desesperada, quedando a un paso de la frustración y la agresividad, por lo que debe aprender a canalizar las emociones negativas para no reaccionar cuando sienta que pierde el control. Respirar profundamente cada vez que te sientas ansioso ayuda a liberar las emociones toxicas.
Todos lidiamos con el no saber que pasará, lidiamos con probabilidades y con la falta de control, sin embargo no todos afrontamos de la misma manera dicha incertidumbre.
Tal vez sería bueno empezar a preguntarle a quienes te rodean cómo afrontan el tema, qué piensan de la vida y de la muerte, cómo la aceptan y la toleran, cómo logran ser felices a pesar de todo ello.
Aprender de quienes nos rodean cómo lidian con el rechazo, cómo hacen lo que quieren sin importar el qué dirán, cómo se liberan de los mandatos y se lanzan hacia el más allá.
Se darán cuenta que su necesidad de control fluctúa. Puede incluso ser ligeramente diferente en una arena que en otra, pero fluctúa. Por lo tanto, es muy posible que una persona no sea controladora en el trabajo, por ejemplo, aunque ese trabajo pague las cuentas y le proporcione el techo. Porque cuando no está involucrado el miedo al amor, entonces la necesidad de control disminuye. Cuando tiene que ver con relaciones amorosas, esta misma persona tranquila y no controladora puede de pronto convertirse en un tirano. Entonces el sentimiento es, “Aquí es donde no puedo nunca obtener amor, o en donde podría perder el amor, o en donde no puedo responder al amor.” Hay miedo alrededor del amor. Entonces hay control.
La necesidad de control puede entenderse de distintas formas dependiendo de la evidencia de la cual inferimos que los organismos necesitan percibir cierto control sobre su entorno. De esta manera el control puede entenderse como una motivación más o menos básica a través de ciertos comportamientos, que se entiende obedecen a un rasgo o motivo común. También podemos inferir que los sujetos necesitan control tras observar los efectos negativos que su ausencia produce. Por último la existencia de una necesidad de control puede apreciarse cuando observamos los recursos que los sujetos invierten en la restauración de dicho control cuando perciben que éste está siendo amenazado.
Características de quienes buscan tener el control.
- Preocuparse más (no, ¡preocuparte no te dará mayor control!)
- Irritarse ante cualquier situación que cambie de su idea preconcebida.
- Tendencia al catastrofismo, es decir, a creer que va a suceder lo peor.
- Sentimientos de vulnerabilidad e inseguridad.
- Poca tolerancia a la frustración.
- Insatisfacción.
- Culpa .
- Tristeza.
- Crítica extrema.
¿Qué podemos hacer al respecto?
- Aceptar que sólo existen dos certezas en nuestra vida -el error y el fin de ésta-
- Reconocer y aceptar aquello sobre lo cual tenemos poco control o control moderado.
- Reconocer que no es una necesidad tener el control absoluto.
- Aceptar que las situaciones que nos provocan frustración son parte de nuestra vida.
- Aprender de nuestros errores.
- Prever sin exagerar. El control absoluto no es posible.
- Distraerse con actividades gratas.
- Tener horarios, administrar eficazmente el tiempo.