Muchas personas solemos hacernos a la idea de que los cambios son buenos. Muchos de estos cambios suelen incluir el dejar de fumar, perder peso o simplemente dejar de lado algún mal hábito que hemos tenido arraigo durante años. No obstante, pese a nuestros intentos, solemos fracasar una y otra vez. ¿Miedo al cambio?
Uno de los motivos más frecuentes para ello es el continuo rechazo al cambio. Es un motivo bastante profundo, podría decirse que hasta involuntario. Solemos dejar todo esto para después ya que le tememos al proceso del cambio aún cuando sabemos que éstos pueden ser para bien. Las personas tienen miedo al cambio, miedo a sus consecuencias, miedo al castigo si no lo hacen bien, miedo al enfrentamiento personal. Por eso un cambio a menudo genera conflicto.
Todo cambio produce y ha producido siempre algo de miedo. El crecimiento personal exige cambios en nuestra persona, no obstante, el cambio implica arriesgarse. Si nos dejamos dominar por el miedo al cambio nos volvemos incapaces de aprender cosas nuevas. Carecemos de aspiraciones y metas haciendo que la rutina y la costumbre sean algo casi inquebrantable.
Sin embargo, todavía hay esperanza puesto que una vez identificado el motivo de tu temor al cambio, podrás hacer algo al respecto:
Miedo al fracaso. El temor al fracaso nos incapacita emocionalmente y pone múltiples barreras a nuestro rededor, limitándonos a seguir siendo personas mediocres incapaces de perseguir sus sueños.
El que no le teme al fracaso y piensa con optimismo, se da cuenta que el fracaso no existe, simplemente tiene que intentarlo nuevamente buscando otra opción o haciendo un plan alternativo cuando el plan original no da resultados.
Miedo a salir de la zona de confort. La zona de confort es esa zona mental cómoda que tú mismo has creado para protegerte de tus miedos. Te auto engañas pensando que estás bien tal como estás. En parte es cierto que estás bien, porque has acabado acostumbrándote, pero realmente estás impidiéndote a ti mismo mejorar.
Miedo al éxito. Muchas personas suelen temer a las responsabilidades que conlleva el hecho de conseguir una meta. Supongamos que tu meta inicial era conseguir otro puesto para la empresa en que laboras. Al lograrlo, podrías comenzar a temer no cumplir con las expectativas de los demás o temer que no puedas realizar satisfactoriamente todas las tareas que tu nuevo puesto implica.
No obstante, es indispensable que antes de proponerte una meta, consideres las nuevas responsabilidades que vendrán y a continuación, te mentalices para mantener el éxito obtenido tras la obtención de tu meta.
Miedo a las críticas. A algunas personas no les gustan las críticas y se niegan a establecerse metas porque en ocasiones, los demás les dicen que jamás alcanzarán sus objetivos, o que simplemente es una pérdida de dinero, esfuerzo y tiempo.
Las personas que te rodeen influenciarán en la clase de persona que te convertirás. La mente es algo muy poderoso pero también es extremadamente susceptible a la contaminación de las malas energías de otras personas. La energía negativa se puede transmitir muy fácilmente de una persona a otra e igualmente es con la energía positiva. ¿Por qué elegir la que te puede destruir en lugar de la que te fortalecerá? Rodéate de personas positivas la mayor parte del tiempo.
Es imposible evitar que la gente te haga críticas destructivas en lugar de las que podrían alentarte, lo que sí puedes hacer es rodearte de personas que conozcan la importancia de las metas. Lo ideal es estar con personas que se establecen metas y alcanzas objetivos y si aún así recibes críticas, de una forma u otra, debes usarlos como escalones hacía tu objetivo en lugar de obstáculos que entorpezcan tu camino.
Cuando nos sentimos seguros y capaces, vemos el cambio como un reto o una motivación positiva. Cuando nos sentimos incapaces o poco valiosos, el cambio nos disgusta e incluso nos asusta. Todo el mundo ha tenido miedo en uno u otro momento de su vida y es normal. Lo que es importante es identificar claramente cuál es tu principal miedo, para que puedas racionalizarlo y descubrir cómo puedes sentirte mejor. Nuestra manera de enfrentar el cambio depende de lo que aprendimos durante la infancia o ante ciertas situaciones dolorosas.