La fidelidad de la pareja es uno de los temas que más apasionan a los seres humanos. La realidad es que no nos apasionan por igual a hombres y a mujeres, ni tampoco por los mismos intereses, ni con idéntica fuerza. Pero no cabe duda de que los celos son uno de los sentimientos que más tiempo, dedicación y esfuerzo le acarrean a nuestra especie. Todos han dicho lo suyo sobre la fidelidad. Ahora le toca el turno a la ciencia.
Los caballitos de mar, las ranas venenosas de Perú, la mayoría de las aves y muchas especies de peces, forman lazos duraderos el uno con el otro, una pareja sexual. Entre los mamíferos, la monogamia es algo tan usual que sólo los ratones de campo y los humanos parecieran ser la excepción, al ser aquellos que reemplazan el amor verdadero con lujuria.
Cuando los ratones de campo ven por primera vez a sus compañeros, algo sucede en su cerebro que tiene consecuencias muy persistentes. En la mujer, se libera una hormona llamado Oxitocina, la cual provoca que la mujer trate a su pareja como alguien especial. Si la acción de la oxitocian está bloqueada, dicho lazo no se formará. Mientras tanto, en el cerebro del hombre, se libera una hormona similar, la vasopresina la cual no solo provoca que trate a la mujer como alguien especial, sino que lo hará sentirse celoso y territorial.
Sin embargo, tanto la oxitocina como la vasopresina se liberan en el cerebro de todos los mamíferos, no sólo aquellos que son monógamos. La diferencia entre las especies no tienen que ver con la cantidad de oxitocina o vasopresina que se libera, sino que depende exactamente de dónde actúan estas hormonas. La vasopresina y la oxitocina actúan solo en ciertos receptores específicos y en el cerebro, estos receptores existen solo en ciertos lugares.
Los campañoles del prado son genéticamente muy similares a los ratones de la pradera, pero una diferencia muy notoria es que en el cerebro, los receptores de vasopresina se encuentran en lugares muy diferentes ¿Esto explicaría porque a diferencia de los ratones de campo, los campañoles del prado son tan promiscuos?
En realidad, La oxitocina estimula la contracción de los músculos uterinos y provoca la secreción de leche de la mama. La estimulación de los pezones (y no sólo por la succión del bebé) aumenta la liberación de oxitocina en la glándula pituitaria y se facilitan -o producen- las contracciones típicas del orgasmo, que probablemente utilicen los mismos circuitos neuronales que las contracciones del parto. Tanto la oxitocina como la vasopresina se fabrican en el hipotálamo, en los ovarios y los testículos. Ambas aumentan enormemente su expresión en diversos lugares del cerebro durante el coito: la vasopresina en los machos, la oxitocina en las hembras.
algunas investigaciones cuestionan este libre albedrio y plantean la posibilidad de que la monogamia y la poligamia estén determinados por los genes y la expresión de ciertos neurotransmisores en áreas específicas del cerebro.
Una investigaciones realizada en roedores (campañoles americanos) con diferentes hábitats, mostró que roedores que habitan en grandes alturas tienen una tendencia a la promiscuidad y no establecen pareja fija; en comparación individuos de la misma especie que habitan en valles tienen una clara tendencia a la monogamia. El estudio de estos roedores mostró que a nivel cerebral los roedores de alta montaña tienen niveles más elevados de vasopresina y oxitocina en diversas áreas cerebrales. Oxitocina y vasopresina tienen un efecto positivo en las relaciones de apego, selección de pareja estable, sentimiento de maternidad hacia las crías y reducción de estrés y agresividad en las hembras. Oxitocina y vasopresina son mínimas en los cerebros de animales promiscuos y si se reducen experimentalmente sus niveles en los animales monógamos esta conducta se pierde.
Estos estudios cuestionan el mito del hombre infiel y muestran que la infidelidad no es un comportamiento netamente masculino. Estos incipientes estudios replantean conceptos sobre fidelidad e infidelidad, las cuales no solo dependen de factores sociales, religiosos, legales; también los genes pueden estar participando en este comportamiento. La penalización de este tipo de conductas debería considerar no solo el castigo, sino además una rehabilitación que garantice al individuo establecer y mantener una vida en pareja.