Aprendiendo a prevenir el agotamiento

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Si constantemente el estrés te hace sentir desanimado, impotente y completamente sin energía, quizás estés sufriendo de agotamiento que incluso puede llegar a ser crónico. Cuando nos sentimos agotados, los problemas parecieran no tener fin, todo parece más difícil de lo que realmente es y la falta de energía para completar todas tus tareas y responsabilidades hacen todavía aún más difícil el encontrar las fuerzas para encargarte de esa situación. Pero lo más alarmante del agotamiento es que el desinterés general en las cosas puede atraerte consecuencias tanto a nivel familiar como profesional, y peor aún, a tu salud. Es preciso que contra el agotamiento nos hagamos un tiempo para plantear nuestras prioridades, darte un tiempo para ti y buscar ayuda de los demás.

El agotamiento puede ser definido como un estado de fatiga emocional, mental y física ocasionado por prolongados periodos de estrés. Es un resultado de la tensión crónica y emocional de tratar constantemente con gente. Si estas personas tienen problemas, entonces el agotamiento puede ser muy rápido y devastador. El agotamiento físico se produce por un exceso continuo de trabajo físico o mental (estrés), dando fatiga excesiva con incapacidad en el movimiento para responder a estímulos físicos, al realizar cualquier actividad provocando un estado de debilidad articular y corporal.

El agotamiento reduce la productividad de una persona y pareciera desvanecer sus energías, haciendo que su estado de ánimo sea bastante negativo o pesimista. Eventualmente las personas que padecen de un agotamiento crónico parecieran sentirse derrotadas ante todo.

Sabrás que padecer de un agotamiento crónico cuando:

– Todos los días sean “un mal día”.

– Preocuparse por tu trabajo o tu hogar parezca una total pérdida de tiempo.

– Te sientas cansado todo el tiempo.

– Tengas la sensación de somnolencia la mayor parte del tiempo.

– Parezca que pasas tus días haciendo tareas que te abrumen o te fastidien.

– Sientas que nada de lo que hagas marque una diferencia o sea apreciado.

La fatiga mental es diferente de la somnolencia que puedes sentir por no dormir bien. Aunque la fatiga mental suele ir también acompañada de somnolencia, conlleva, además, esa sensación de hastío, de falta de motivación, de energía y de ganas.

La sensación de fatiga, sea o no síntoma de otra enfermedad, nos indica la necesidad de descanso. Es un mecanismo regulador del organismo. Cuando aparece, nuestro cuerpo y nuestra mente ponen en marcha sistemas de defensa sin que seamos conscientes de ello: ralentizamos el ritmo de trabajo, hacemos más comprobaciones de las habituales y aplazamos las tareas más críticas. Todo esto ocurre cuando la fatiga ya es una realidad.

Los síntomas más notorios de la fatiga son:

– No se alivia con el reposo en cama.

– Es tan intensa que te impide participar en ciertas actividades.

– Sentirse muy cansado durante más de 24 horas después de realizar ejercicio que normalmente se consideraría fácil.

-No sentirse descansado después de haber dormido suficiente tiempo.

-Falta de memoria.

-Problemas para concentrarse.

-Confusión.

– Dolores de cabeza.

– Irritabilidad.

– Sudoración.

-Fiebre leve.

-Dolores musculares (mialgias).

-Debilidad muscular en todo el cuerpo o en distintas partes, que no es causada por ningún trastorno conocido.

-Dolor de garganta.

-Sensibilidad en los ganglios linfáticos del cuello o la axila.

-Depresión.

La fatiga crónica o cansancio persistente tiene varias consecuencias tanto a nivel familiar como social. El agotamiento también puede provocar cambios en tu cuerpo a largo plazo, como hacerte más vulnerable a ciertas enfermedades, como la gripe o los resfriados. Debido a esto, es de vital importancia que pongas manos a la obra para deshacerte de la misma, por ello debes:

Reconocerla: hay que estar al pendiente de las señales que nos alerten de la fatiga.

Revertirla: tienes que tomar medidas para deshacerte del estrés (o bien, aprender a manejarlo)

Resiliencia: al construir resiliencia contra el estrés serás capaz de cuidar mejor de tu salud tanto física como emocional.

El primer punto es empezar por trabajar en la autoestima, el saber que estamos dando lo que podemos y no exigirnos metas que no son alcanzables. Además tener en mente el objetivo principal al cual deseamos llegar, visualizando los pasos que hay entre dónde estás hoy y a donde quieres llegar. Lograr un equilibrio entre la vida profesional y la personal es primordial dedicarlo a ambas el tiempo que sea necesario sin descuidar ninguna de las dos áreas.