Uno de los errores más comunes que cometemos cuando pensamos como tomar buenas decisiones es que lo hacemos de manera tan apresura que solemos elegir opciones negativas o bien, llegar a una conclusión de los hechos que podría no ser la mejor. Algo tan simple como «Hoy hace un buen día para salir” puede terminar convertido en algo como “Pero seguramente comenzará a llover en cuanto salga”.
Solemos pensar en los peores escenarios y por ende, tomar decisiones pensando en cosas que son muy improbables. Existen varios motivos por los que solemos caer directamente en estas conclusiones precipitadas, erradas y en ocasiones, hasta basadas en prejuicios, tales como:
Etiquetar, leerle el pensamiento al otro, razonamiento emocional incorrecto, culpar a otros por el incumplimiento de nuestras metas.
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Etiquetar. Esto ocurre cuando haces declaraciones generales que proyectan una imagen negativa o errónea sobre algo o alguien, en ese momento y en cada ocasión que sea posible sin contar con una clara evidencia que justifica como válida tu argumento. Una persona deprimida podría asegurar algo como “Soy un perdedor” y reafirmar aquello diciendo “siempre he sido un perdedor y siempre seré un perdedor, ¿para qué intento hacer esto o aquello otro?”. Otro ejemplo podría ser la visión de una persona molesta con su pareja: “Mi esposa se la pasa pidiéndome dinero siempre”.
Leerle el pensamiento al otro. Aunque suena extraño, muchas personas aseguran saber qué es lo que la otra persona está pensando, atribuyendo en la mayoría de las ocasiones pensamientos del tipo negativo y por ende la reacción que estas personas tienen hacia terceros suelen ser confusas y erróneas. Nuevamente, estas personas no intentan buscar una evidencia de lo que creen que la otra persona piensa sea real sino que lo aceptan como una verdad incuestionable.
“ ¿Para qué intento sacar buenas notas si todos saben que soy un tonto?” En este tipo de situaciones, la persona suele creen que ya sabe lo que alguien piensa, por lo que corre el riesgo de crear una profecía “auto cumplida” debido a su reacción negativa y por ende, la otra persona terminará reaccionando negativamente. Para evitar que los demás piensen negativamente de ti lo primordial es que tú comiences a pensar bien de ti.
Otro de los motivos por los que las personas llegan a conclusiones erróneas sobre sí mismas es debido a un razonamiento emocional incorrecto: cuando sentimos que algo es real, entonces debe tratarse de algo que es cierto aunque a menudo esto no es el caso. “Si me siento como un perdedor entonces, es que soy uno”.
Cuando incurrimos en este tipo de error tendemos a crear plazos y exigencias de nosotros mismos que son casi imposibles (o bien pueden ser imposibles) para satisfacer necesidades artificiales y perfeccionistas. “Tengo que estar esbelta o nadie querrá estar conmigo”, “Debo ser el mejor estudiante o no llegaré a ningún lado”. Al no poder lograr estas metas, como consecuencia comenzamos a juzgarnos a nosotros mismos y a sentir vergüenza y culpa.
En otros casos tendemos a culpar a otros por el incumplimiento de estas metas a fin de no aceptar la responsabilidad real propia. “El problema es la nueva pareja de mi padre. Ella lo aleja de la familia y por eso mi relación es mala con él”. En una situación de este tipo, la persona no termina de aceptar que su relación con otra persona podría haber comenzado a deteriorarse antes de la llegada de una tercera persona, pero resulta mucho más sencillo culpar a alguien más que aceptar la culpa o responsabilidad.
El mundo actual es una sociedad competitiva y cruel, porque solo sobresalen los mas fuertes y los más rápidos, no hay espacio para los débiles, para los necesitados, este mundo construido por el hombre donde no se incluye a Dios, también se caracteriza por su falta de escrúpulos (duda, aprensión por hacer algo malo), frente al prójimo, y la forma más común de atacar al prójimo es la crítica despiadada, mas conocida como el pelambre, tirar para abajo al otro, sin importar cual sea su condición, amigo, hermano, pariente, etc. No obstante, debes tener presente que antes de darle importancia a las opiniones ajenas, la opinión más importante es la propia.
No podrás evitar caer en conclusiones erróneas sobre tu persona si no cambiar primero la perspectiva que tienes de ti mismo, si no alimentas tu autoestima y te deshaces de esas etiquetas y pensamientos negativos que no solo te hacen mucho más difícil el convivir con los demás, sino que hacen aún más difícil la convivencia contigo mismo.
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