La paciencia es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades para conseguir algún bien. De acuerdo con la tradición filosófica, «es la constancia valerosa que se opone al mal, y a pesar de lo que sufra el hombre no se deja dominar por él». También es aquello que las personas necesitan en mucho casos para mantenerse estable en un momento determinado.
Para lograr volverte más paciente, te recomiendo adoptar variados enfoques para calmarte en situaciones difíciles.
Tener en cuenta cierto margen de error. A la gente impaciente no le gusta perder el tiempo; por eso todo lo hace con el tiempo justo. Calcula la cantidad exacta de minutos que tardará en recorrer un trayecto o en cumplir una tarea, sin admitir la posibilidad de retraso o imprevisto alguno, pero es mejor disponer de tiempo adicional en previsión de un error de cálculo. Cuanto más importante sea una cita, tanto más tiempo se le debe asignar. Cuando es absolutamente imprescindible cumplir con un compromiso, conviene fijar un margen mucho mayor, por absurdo que parezca.
Considerar las circunstancias en su debida perspectiva. No conseguir el empleo anhelado resulta ciertamente un infortunio, pero las consecuencias de verse en un retraso rara vez son graves, por ello no vale la pena perder la calma. Con los años he aprendido a preguntarme : ¿qué es lo peor que puede ocurrir?” si la respuesta es que me perderé de los avances en la película o el comienzo de una partida de futbol, me tranquilizo. Ver las cosas en la perspectiva correcta aliviará sin duda alguna tu impaciencia.
El humorismo a veces ayuda. Ante una situación molesta, piensa en la forma de sacar de ella una graciosa anécdota con la cual divertir a la familia y los amigos. Procura convertirte en un observador, pues esta actitud va a brindarte la distancia que necesitas para mantener su impaciencia a raya en tanto desaparece la causa del retraso.
Anticiparse sistemáticamente. Es muy poco probable que si no tienes hambre, sed, calor o frio, no la apremiante necesidad de ir al baño, un embotellamiento de tráfico te haga enojar. Sin duda, la posibilidad de anticipar requiere un cierto grado de conocimiento de uno mismo y de los demás, porque hay que saber cómo reacciona uno y cómo lo hacen los otros para poder prever una situación potencialmente conflictiva.
La importancia de la planeación entonces se centra en el hecho de que permite a la persona o responsable proyectar a mediano o largo plazo la actividad a realizar, acercándose de ese modo más fácilmente a las metas y teniéndolas vistas de manera clara y concisa, evitando a la vez proyecciones sub-estimatorias o muy exageradas sobre un resultado que luego en la práctica sea de difícil logro. Muchas veces la planeación puede tener que ser alterada debido a circunstancias ajenas o inesperadas y en ese caso deberá ser reacondicionada de acuerdo a las necesidades y posibilidades que la situación permita. De todos modos, seguirá permitiendo conocer cuál será el plan de trabajo aún en una situación de excepción.
Estar preparado. En el camino hacia cualquier meta, siempre surgen imprevistos e inconvenientes que entorpecen los planes trazados. Muchas veces y erróneamente, los tomamos como señales de que no debemos insistir en nuestras metas. Al contrario, son obstáculos como los que nos encontramos en cualquier proyecto, sólo que cuando nos embarcamos en algo nuevo, nos asustamos ante las dificultades que no preveíamos, nos da miedo lo desconocido. Utiliza los obstáculos a tu favor aumentando tu creatividad para buscar la manera de eliminarlos o esquivarlos, descubriendo nuevas maneras de hacer las cosas más sencillas y productivas.
Vive el presente. El gran enemigo de la paciencia es la espera de resultados a corto plazo, la incapacidad de tener visión de futuro, que no está en contradicción con vivir el presente. Hemos perdido la conexión con una visión que nos permita, en el momento presente, escoger situaciones y tomar decisiones que nos definan un camino con posibilidades de disfrute hoy, y con ciertas posibilidades de éxito en el futuro.
Me gusta pensar en el término paciencia como alguna vez me enseñó un gran maestro personal: paz-ciencia, o la ciencia de la paz, es decir, la ciencia de vivir tranquilo, sosegado, en conexión con mis verdaderas necesidades interiores; y no con lo que el mundo me impone como necesario para que mi vida se desarrolle de acuerdo a esos estándares.