Por lo general, las personas retroceden ante el deseo de venganza, ya que ésta se considera una noción primitiva del “ojo por ojo”, afirmación que por consiguiente, va en contra de la ley. Por otro lado, es de nuestro conocimiento a nivel individual, que la evolución de la sociedad “civilizada” se ha preocupado por reemplazar la retribución instantánea a la parte perjudicada con una forma de justicia menos sangrienta otorgada por el Estado.
Shakespeare y sus contemporáneos dramaturgos reflejaban en sus obras los temas que preocupaban a los filósofos de la Edad Moderna: ¿qué constituía a la justicia y cómo podría lograrse? Francis Bacon, un contemporáneo de Shakespeare llama a la venganza “una especie de justicia salvaje. Vengándose, uno se iguala a su enemigo; perdonándolo, se muestra superior a él.” Bacon señala que los que pretenden obtener venganza debería superar a sus instintos, no solo porque demuestran moralidad en su comportamientos sino también en sus intereses. Él escribió “ un hombre que piensa en venganza, mantiene abiertas sus propias heridas, en lugar de dejarlas sanar”.
Incluso la mujer vengativa se ha vuelto un cliché. Por ejemplos los romanos tenían a Electra, quien estaba obsesionada como matar a su madre Clytemnestra para vengar el asesinato de su padre Agamenón. Y así como ese hay doces de ejemplos de mujeres a la vista del público que han buscado venganza.
La venganza puede ser una respuesta Darwiniana adecuada, pero también es indecorosa. La sed de venganza resulta en la narrativa literaria algo sin lo que los hombres ni las mujeres pueden hacer frente a su dolor emocional a menos que la consigan.
Las mujeres vengativas dejar de tener una existencia independiente; ella se ven refractadas a través del prisma de un hombre que les ha hecho algo malo. Y lo que pretende ser una expresión de la independencia es, en realidad, otra forma de esclavitud.
En el mundo del espectáculo y los chismes de farándula, es normal que usted escuche a algunas actrices y actores utilizar la famosa frase «quiero dejarlo sin un peso», o «en la calle como un perro», cuando de rupturas emocionales y divorcios se trata. En la vida real no es que el caso sea muy distinto. Algunas personas siguen considerando que la venganza es dulce como la miel. La venganza únicamente logra que uno demuestre al mundo lo mucho que nos han herido. La venganza no es sólo un plato que se sirve frío, pero puedes ponerlo en el congelador y olvidarte de él. El silencio puede llegar a ser en el mejor de los casos una réplica insoportable.
Estudios psicológicos han demostrador que la venganza le da al perpetrador una breve pero alta sensación, es decir a corto plazo, de que la venganza es dulce, pero esa sensación rara vez dura. En general, la venganza tiene un índice de probabilidad muy bajo de ser satisfactoria para el vengado. Esta herramienta que poco está a la altura de personas racionales y sin resentimientos, aparece precisamente en momentos en los que alguien se siente ofendido o rebajado.
La satisfacción que pueden sentir con la venganza es temporal. Pero al final se queda un sentimiento sin sanar. Por lo general la venganza se va convirtiendo en una herida, se muestran con amargura, tristeza, resentimiento, ansiedad. Con el paso del tiempo esas cosas tienden a salir a flote. Es como tener por encima alfombras limpias y que por debajo estén llenas de cucarachas.
Es posible que hayas notado en ciertas personas, tanto en su forma de hablar como en su mirada, o en sus actitudes agresivas, sentimientos de venganza que ni siquiera son capaces de disimular. Incluso hay quienes con orgullo manifiestan que no lo piensan dos veces si se trata de «desquitarse» con la persona que los ofendió.
Entre las señales están: los golpes, las amenazas, atemorizar a las personas que les rodean, generan desconfianza, su mirada irradia odio, utilizan palabras y/o frases soeces, se ríen con ironía, no tienen control de sus emociones, suelen ser personas disociadoras y por lo general, permanecen solo o rodeados de personas iguales a ellos, que no inspiran confianza ni transmiten armonía.
Recuerda que una persona vengativa al final solo consigue desolación, pues a su alrededor nadie querrá compartir ni siquiera la palabra con él o ella. Es así como el distanciamiento se adueña de su vida y se convierten en personas toscas, solas y abandonadas.