De acuerdo con los especialistas, el complejo de inferioridad es la idea acerca de la relación entre semejantes por la que el sujeto percibe encontrarse en desventaja por alguna circunstancia física o psicológica, real o imaginada. Es decir, éste complejo consiste en subestimar lo propio y sobrevalorar lo ajeno.
Es una limitación propia que surge de la percepción personal, es decir, no es un criterio externo el que te coloca en esa posición de víctima sino que tú mismo, de forma inconsciente, piensas que careces del valor suficiente. Los complejos que se generan en la infancia, están creando los cimientos para una posible perturbación de la personalidad en la adolescencia. Las vivencias de las primeras etapas de la vida irán posteriormente reforzando ese complejo.
Este complejo es más bien un manojo de ideas equivocadas, mezcladas con impresiones falsas, que hacen que la persona con este complejo sienta y crea consciente o inconscientemente que él o ella es inferior en alguna forma a las otras personas. Parte de este sentido de inferioridad puede ser una herencia racial aunque la mayoría de los sentimientos de inferioridad son adquiridos o son introducidos en nuestra mente, es un hecho que no nacemos con ellos.
El complejo de inferioridad es causado por el fracaso en alcanzar un nivel deseado después de experiencias repetidas, por lo cual la persona llega a aceptar que no puede compararse favorablemente con los demás. El fracaso puede deberse a falta de habilidades o destreza, generando a su vez reproches continuos en la persona.
Algunas señales que revelan el complejo de inferioridad en una persona son:
– La sensibilidad a las críticas.
– Una marcada tendencia a culpas a los demás.
– Respuesta inapropiada a los elogios.
– Sentimientos negativos de competitividad.
Los sentimientos de inferioridad pueden provocar inhibición y retraimiento, dando lugar a que se vaya constituyendo una personalidad tímida e insegura, dentro de un marco de escasa actividad social. Sin embargo, si el sentimiento de inferioridad no es demasiado intenso puede llegar a estimular el afán de superación desde la misma infancia.
Pero ¿Cómo puedes vencer este complejo de inferioridad?
Para superar este complejo, lo primero que debemos hacer es detectar cuáles son los pensamientos negativos que nos llevan a sentirnos así. Muchas veces son automáticos, normalmente acuñados en nuestro inconsciente desde temprana edad. Una vez que los hayamos detectado, deberemos esforzarnos en desactivarlos, al tiempo que los sustituimos por pensamientos positivos, que nos ayuden a combatir esta ansiedad.
Analiza tu entorno. Analiza lo que tienes a tu alrededor y los comportamientos de los demás, cómo puedes interiorizar algo para que tú puedas aprovecharlo en tu vida o tu trabajo. No se trata de copiar lo que hagan los demás, se trata de ver qué posibilidades existen en lo que tienes cerca, o valorar si lo que está lejos es mejor, y cómo puedes acceder a ello.
No busques compararte con los demás. Hay una diferencia en ser inferior y un sentimiento de inferioridad. Ser inferior es simplemente algo relativo. Pero no todo el mundo se siente inferior. Encontrar defectos en nosotros mismos en función de si los demás nos encuentran lo suficientemente bueno o no, no va a ayudar a nadie. Se vuelve peligroso cuando en realidad actualmente puedes ser mejor que otros, pero de alguna manera te sientes peor que ellos.
Cambia de actitud. Hay que saber reconocer qué es lo que uno tiene para dar y a partir de allí hacer los progresos necesarios para superarse a sí mismo, fijándose metas alcanzables para uno. Cuando el sentimiento de baja autoestima surge a partir de defectos físicos notorios muchas personas intentan corregirlos recurriendo a tratamientos cosméticos o a la cirugía estética. Piensan que de este modo dejarán de sentirse acomplejados. Sin embargo, no siempre lo consiguen. Ello sucede porque las modificaciones externas sólo pueden ser útiles si uno cambia la actitud frente al mundo.
El problema de las personas que tienen complejo de inferioridad es que se identifican con lo que les falta y no con lo que tienen, otorgándole además una importancia desmedida a esa opinión de los otros.
Uno mismo debería poder ser conscientes de los sentimientos y complejos de inferioridad y disolverlos mediante la misma consciencia. Sólo cuando estos sentimientos y complejos sean incontrolables o empiecen a tener repercusiones psicológicas hay que acudir al especialista y posiblemente seguir un tratamiento específico.