Como padres, sé que tú y yo compartimos algunas prioridades importantes. Igual que tu, amo a mi familia más que a nada en el mundo y quiero que todos estemos seguros y sanos y que seamos felices y prospero en todo lo que hacemos, tanto en nuestra familia como cuando salimos al mundo. Es un reto diario pero la mayoría de los días parece que “todo va bien” en mi hogar. Sin embargo, como padres, nuestro trabajo es conocer todo lo que potencialmente puede impactar a nuestras familias. Debemos ser particularmente sensibles a las cosas que pueden amenazar nuestra existencia pacífica y alegre. Esas amenazas proceden del mundo exterior o de dentro de nuestra propia casa, corazones e historial.
Los cínicos te dirán que en esta sociedad de ritmo vertiginoso la “familia” es algo obsoleto, que es un concepto antiguo, perdido, que se entierra en un mundo ocupado de personas “iluminadas”. Yo te digo que no es así en lo absoluto. La familia es incluso más importante ahora que en las generaciones pasadas y su erosión es inaceptable. Y aunque es una lucha que podemos y debemos ganar, considero que los siguientes consejos te serán de gran utilidad en esta batalla:
Se considerado. En las relaciones con nuestros seres queridos, los pequeños detalles cuentan mucho, pues ayudan a sentar las bases de la confianza del amor incondicional. Solo piensa en lo provechoso de decir palabras como “gracias” y “por Favor”; complacer a los niños y llevarlos a comprar algo que deseen mucho, o buscar formas sutiles de expresar cariño, como dejar una nota amable en la mochila o el portafolios.
Aprende a ofrecer disculpas. Decir “lo siento” a los demás quizás sea la mejor manera de poner a prueba nuestra capacidad de emprender el cambio.
napropiado, es enorme. Por esto, lo primero que debemos hacer es aprender la lección; reflexionar sobre los detonantes que nos llevaron a hablar sin pensar o a realizar determinada acción. Pero, lo más importante de la situación es tener la humildad suficiente para pedir perdón.
La condición indispensable es reconocer a cabalidad el incidente en toda su extensión. Se debe elaborar un breve pero sustancioso discurso en el que le digamos al otro: «Reconozco que dije o hice esto que te lastimó, me duele haberlo hecho y lo lamento en verdad. Asumo que me equivoqué y cargo con ello».
A veces resulta muy difícil ofrecer disculpas pero armarse de valor y hacerlo comunica este mensaje: Nuestra relación es muy importante para mí.
Ser leal. Además de las disculpas, una de las cosas más importantes que uno puede hacer es mostrar lealtad a sus familiares cuando están ausentes.
Es decir, hay que expresarse de ellos como si estuvieran ahí. Esto no significa soslayar sus flaquezas, sino concentrarse en sus virtudes. Si uno habla de los defectos de alguien, hay que hacerlo en forma constructiva, de modo que uno no se avergüence si esa persona llega a enterarse.
La lealtad surge cuando se reconocen y aceptan vínculos que nos unen a otros, de tal manera que se busca fortalecer y salvaguardar dichos vínculos así como los valores que representan. La aceptación y el reconocimiento de este vínculo no se centra hacia el futuro, como una posibilidad, sino que es una realidad actual. Este vínculo no pasa con el tiempo, es profundo, suele madurar y fortalecerse a la larga.
Es en la familia donde surgen y se fortalecen este tipo de vínculos, por ejemplo, un niño pequeño aprende a ser leal al esforzarse por ayudar a los demás, al procurar hacer todo lo que pueda para cumplir con lo que sus padres le dicen que es bueno. Se muestra lealtad entre los hermanos al apoyarse, defenderse y ayudarse ante las dificultades, ante la amenaza de personas o circunstancias ajenas a la familia.
Conviene aclarar que ser leal a los papás, por ejemplo, no significa aprobar una conducta errónea de los mismos, sino el respetar y cuidar su buen nombre, se trata de ser sincero con ellos, además de ayudarlos a superar las dificultades.
Lo mismo ocurre al ser leal a la patria, esto no supone ocultar o negar los males y deficiencias que en ella puedan existir, sino el proteger, reforzar y participar en la vivencia de los valores de la misma.
El trato que uno dé a un familiar puede afectar la relación con el resto de la familia.