Existen cuatro características de una situación que son necesarias para que se produzca el estrés y no es necesario que estén presentes las cuatro para que el estrés aparezca. Las cuatro características del estrés son: la novedad, la imprevisibilidad, la sensación de no controlar la situación y, que se presente como una amenaza hacia nuestra personalidad.
No obstante, no existen circunstancias en las que podamos liberarnos del estrés por completo. Y es que es imposible hablar de superación personal cuando no hay reto, no hay nada que superar. Seguramente te ha pasado que cuando charlas con alguien que es feliz y pleno, puede mencionarte situaciones difíciles que tuvo que superar o bien, tienen marcados pequeños retos que desean conseguir. Lo que diferencia a estas personas de las demás, es que ellas conocen su resistencia al estrés y si el estrés es excesivo, simplemente se detienen.
Un factor estresante absoluto supone una amenaza para tu supervivencia. La diferencia que experimentamos ahora es que ya no hay muchos factores estresantes absolutos en nuestra vida. Ya no vivimos en la época de las cavernas donde teníamos que protegernos de los depredadores y las inclemencias del clima. Sin embargo la OMS predice que para el año 2020 el estrés crónico será la segunda causa de invalidez en el mundo. Pero ¿Porqué pasa eso?
Los especialistas creen que se debe a que ahora los factores estresantes son relativos. Esto significa que generamos una respuesta de estrés si nos enfrentamos a situaciones nuevas, impredecibles, que no controlamos, etc. Y esas son las más abundantes hoy en día. Basta con que le echemos un vistazo a la primera plana del periódico para encontrar que varias de las cosas que se mencionan ahí pueden ser consideradas como una amenaza. El cerebro puede procesar toda esta información como si fuera una amenaza absoluta y por ende, sufrimos respuestas al estrés a cada rato.
Pero ¿Cómo saber cuándo es demasiado tarde? ¿Cuándo el estrés se ha salido de control? Nadie lo sabe y es que es proceso del estrés es bastante extenso. Primero, cuando el estrés comienza a hacerse crónico, la digestión cambia. Cuando sufres problemas digestivos e incluso tienes que recurrir a laxantes para poder evacuar es una señal de que algo va mal. Con los niños es la primera señal, y aunque se quejarán de dolor abdominal, aun en esa temprana edad se trata de estrés. Después, tal y como si el cuerpo te pidiera algo a cambio algo por su arduo trabajo enfrentándose al estrés, habrá necesidades cada vez mayores que cubrir: comenzarás a beber más, a fumar más, a comer más o a incurrir en el exceso que más disfrutes porque esa será la manera en que el cerebro tendrá algo con lo cual podrá calmarse, esta sería la segunda fase.
La tercera fase del estrés es concretamente, cuando comienzas a enfermar. Se tienen problemas de memoria y cambios de humor constante. En este punto aparecen signos de depresión o ansiedad.
Las personas pueden habituarse a los factores estresantes crónicos. No obstante a pesar de que pareciera que puedes llevar bien tu vida a pesar del estrés, otra de las características del estrés crónico aparece cuando la persona es más propensa al enojo o bien, explota repentinamente cuando alguien le dice algo o las cosas no salen como quería, esto se debe a que se ha vuelto excesivamente reactivo a los demás.
Hay que saber distinguir entre el estrés agudo y el estrés crónico. Si bien un poco de estrés es bueno, el estrés agudo podría considerarse como un factor que propicia la supervivencia, que se presenta como retos de superación personal. Un poco de estrés es incluso benéfico para la memoria pero cuando es excesivo disminuye totalmente no solo la memoria, sino la salud del cuerpo en general. Esto se debe a que las hormonas del estrés te mantienen alerta, pero si es excesivo en algún momento tanto el cuerpo como el cerebro no pueden realizar sus funciones con normalidad.
La mejor protección contra el estrés es el apoyo social, rodearse de personas con las cuales hablar. Además, es importante buscar un equilibrio, optar por una alimentación balanceada, dormir lo suficiente y practicar algún deporte o salir a caminar al menos veinte minutos al día.