El egoísmo

A menudo, solemos toparnos con personas que en su mundo imaginario, son “lo mejor de lo mejor” y se vuelve bastante difícil la convivencia con ellas. Pero el egoísmo no es solo una actitud ajena a nuestra persona ya que en ocasiones, nosotros también solemos desarrollarlo. Son estas conductas egoístas las que no favorecen nuestras relaciones interpersonales ni nuestra vida en sociedad.  Basta con que analicemos a consciencia algunas de nuestras actitudes para descubrir que estas destacan por su individualismo y una pizca de egolatría.

El egoísmo es una de las fuentes comunes de conflictos familiares, laborales y colectivos. Si no existiera el egoísmo, tal vez se evitarían numerosos males que asaltan a la sociedad, ya que cuando el hombre piensa y actúa buscando un beneficio para sí, está siendo irrespetuoso, intolerante, y por supuesto poco generoso con quienes le rodean.

El problema con la importancia personal es que uno generalmente se vuelve adicto a la importancia, así como si se tratase de una droga. Muchas veces esta adicción implica la necesidad de demostrar continuamente la importancia de uno mismo en relación con los demás. En casos extremos, los egos fuertes – de donde deriva el egoísmo – son los que inician guerras y manipulan a los demás para su propio beneficio. Los egos fuertes son los que más a menudo, se jactan de ser más grandes, inteligentes o superiores a otras personas.

Hablar del egoísmo es hablar de un vicio que no puede construir una comunidad humana, sino al contrario, destruirla. Muchas sociedades se han venido abajo por el egoísmo de muchos hombres, que no se han dado cuenta de que el ser humano, al vivir en una comunidad humana, tiene la obligación moral de ser solidario con estos hermanos con quienes comparte la existencia en la sociedad.

¿Cómo puedes comenzar a deshacerte del egoísmo?

          Realizar ejercicios que favorezcan la empatía para lograr entender las verdaderas motivaciones y emociones de los otros. Estamos  perdiendo el valor de compartir, de estar con el otro. “Eso sucede porque se han perdido algunos valores morales y éticos, además de las diferencias sociales que son mayores. Y todo eso interfiere en las personas, pues se inclinan por tener un beneficio propio, causando estragos, que tienen mayor repercusión que las cosas buenas que suceden.”

          Renunciar a todo lo que implique vivir para uno mismo, el egoísmo acarrea a una vida solitaria y triste.  La avaricia va mano a mano con el egoísmo porque nace de un deseo desordenado por el placer de almacenar o adquirir posesiones innecesarias; ya sean adquisiciones materiales o emocionales.

          Ser generosos con el tiempo, con los recursos, con los conocimientos, con los aprendizajes. En cuanto más se de, más se recibe –satisfacción, bienestar, paz-.

          Pensar en las consecuencias que puede tener nuestro comportamiento antes de actuar, tanto para nosotros mismos como para los demás. Una persona que es egoísta de verdad sólo mira por sí misma, incluso, utiliza a los demás en base a su propio interés y beneficio. Por tanto, desde el egoísmo es difícil construir lazos de amistad verdaderos puesto que el principio de la amistad reside en el desinterés.

          Observar otras realidades de personas que sufren o tienen alguna carencia, es un ejercicio que sensibiliza y combate el egoísmo.

          No quedarse con las experiencias negativas que se ha tenido con otras personas y fortalecer los pensamientos positivos.

El egoísmo tiende a tener consecuencias bastante negativas, sobre todo en lo que se refiere a nuestra relación con los demás:

– Debemos tener siempre una actitud bondadosa y una disposición positiva para el servicio a nuestro prójimo.

–  Debemos compartir lo nuestro con el prójimo sin esperar absolutamente Nada a cambio y Nada es Nada.

– Sabemos que cuando ayudamos al prójimo trascendemos el mal. –    Es posible trasformar el egoísmo en voluntad de dar, (altruismo).

Así que podemos concluir que el egoísmo, la envidia y la avaricia son venenos para el alma y el desarrollo humano los cuales van consumiendo a las personas hasta dejarlas moribundas. Recuerda que, Cuando alguien ayuda a otro alguien, nace  la empatía. Alguien  que contribuye a una buena causa lo hace, además de por empatía, por sentirse bien al realizar ese buen acto. La satisfacción que puede causar en mucha gente el ayudar a otra puede ser el remedio perfecto para deshacerse de su egoísmo.