Reflexionando un poco, el otro día llegué a la conclusión de que la única cosa que todos tenemos en común es que innegablemente, todos en alguna ocasión nos hemos arrepentido de nuestras decisiones. Si lo pienso con detenimiento, estoy seguro de que no conozco a nadie – y quizás tú tampoco – que no haya tomado una mala decisión y si es así, quizás esa persona no es honesta del todo o que para fines prácticos, prefiere evitar la toma de decisiones en su vida.
Sin embargo, al igual que otras habilidades que se practican a fin de perfeccionarlas, quizás la correcta toma de decisiones también debería ser considerada como una. En muchas ocasiones, podemos distinguir ya sea en nuestro lugar de trabajo o en el grupo de personas con las que convivimos que, los líderes son casi siempre aquellos que son capaces de tomar buenas decisiones. No hay nada que pruebe más tu competencia y desempeño – tanto en tu lugar de trabajo como en tu entorno – que el tomar una buena decisión.
Tomar una decisión es una acción estrechamente ligada a nuestras emociones, tanto que, cuando una persona sufre daño a la corteza orbi frontal (la parte del cerebro tras los ojos que está involucrada en el proceso de las emociones) puede perder su habilidad para tomar decisiones por completo. Es decir que, si no fuese por nuestras emociones, nuestro razonamiento tampoco existiría.
La manera en que nuestras emociones nos ayudan a tomar decisiones es creando una respuesta física a la información que aún no comprendemos o de la que no nos hemos dado cuenta. Debido a que todas las decisiones representan una batalla entre la parte racional y la emocional en tu mente, el misterio de quien gana radica en aprender a elegir al ganador.
La primera clave para comprender cómo tomar estas importantes decisiones, es aprendiendo a sintetizar la cantidad de abrumadora información que solemos enfrentar a diario, al mismo tiempo en que tomamos las mejores decisiones posibles en el momento oportuno. La clave para hacer frente a la abrumadora información que recibimos es filtrando cuidadosamente la información que tenemos. Si por ejemplo, no estás seguro de que carrera elegir, no bases tu decisión únicamente en lo que escuchas de los demás o la publicidad, sino que busca información concreta en los centros de información, las páginas web de la universidades y otras fuentes confiables.
Solemos escuchar que las buenas decisiones se hacen “con la cabeza y el corazón”, pero para tomar realmente las mejores decisiones nuestro subconsciente tiene que estar en sincronía con nuestra mente consciente. Los siguientes tips pueden ayudarte a lograr dicha sincronía:
Consúltalo con la almohada. Las investigaciones sugieren que para lograr mejores decisiones necesitamos usar tanto nuestro consciente como nuestro inconsciente debido a que nuestra mente consciente suele limitar a pensar únicamente en una o dos cosas a la vez. Al tomarte unos minutos de esparcimiento o irte a la cama pensando en esa decisión que debes tomar, tu inconsciente podrá ser partícipe de esta toma de decisiones.
Limita tus opciones. Observa detenidamente las opciones que tienes. Si es posible, ponlas por escrito y subraya aquellas que te parezcan las mejores. Si alguna te parece especialmente mala, pon una cruz a un lado. Así, podrás analizar detenidamente las opciones que tú mismo consideres más prometedoras.
Ventajas y desventajas. Siguiendo con la mecánica de poner por escrito tus opciones, a continuación escribe en otra hoja una columna que corresponda a las “ventajas” y otra a las “desventajas”. Ahí, anotarás cada una de las ventajas y desventajas de las 2 o 3 mejores opciones que hayas elegido previamente. Al hacer esto, podrás apreciar con mayor claridad cual de tus opciones es la mejor en comparación al resto.
Finalmente, tómate un tiempo para sopesar tu decisión. Tómate un lapso de un par de horas o de ser posible un día entero para confirmar que la decisión que has tomado realmente es la que te sienta mejor. Así, tendrás un lapso de tiempo en el que tras meditarlo, puedes cambiar de opinión o bien, reafirmar la decisión que habías tomado previamente.
Si a pesar de estos simples pasos todavía no puedes tomar esa decisión, puedes incluir a un persona de confianza en el proceso. No estoy diciendo que le permitas a alguien más decidir por ti, pero seguramente una segunda opinión podría hacerte notar algún aspecto, ventaja o desventaja que no habías considerado previamente y mediante el cual, podrías decantarte finalmente por una opción.