¿Por qué no debemos preocuparnos por competir?

Hay varios motivos por los que solemos preguntarnos eso.

Mi principal “competencia” soy yo. Si me lo preguntan, siempre me ha interesado más batir mis propias marcas en lugar de superar las de alguien más. Esto no es algo que haya comenzado  a practicar hace poco. Recuerdo que en la preparatoria solía revisar constantemente mis notas del semestre e intentaba superarlas cada semestre. Puedo asegurarle que la sensación de superar mis notas previas siempre me dejó un buen sabor de boca, quizás porque no solo me estaba superando a mí misma, sino porque veía pruebas tangibles de mi esfuerzo.

La ventaja de competir contra ti mismo en lugar de hacerlo contra los demás es que siempre estarás pensando en tu “siguiente jugada”, ya que para lograr seguirte superando, por ende, habrá que seguir superando retos o pruebas. Sin embargo, cuando compites contra alguien más, si estas personas obtienen resultados más bajos que los tuyos o simplemente se rinden, te estarás permitiendo una excusa para quitar le pie del acelerador. Cuando compites contra ti mismo por el contrario, siempre habrá un record que batir.

La vida es muy corta para vivir compitiendo y estando a la defensiva. Desafortunadamente el día apenas tiene veinticuatro horas, por lo que no me parece lógico que invirtamos gran parte de este preciado tiempo preocupándonos sobre qué es lo que hará alguien más para superarte o como superar a alguien más.

A veces me parece que en un mundo tan amplia existen tantas oportunidades ideales para cada quien, que verdaderamente no es necesario vivir siempre compitiendo. Vivir a la defensiva te hará centrar una buena parte de tu atención en lo que hacen los demás y no en lo que verdaderamente importa, como tu desempeño o el desarrollo de tus habilidades.

Al decir esto no estoy intentando decirte que no tiene porque interesarte lo que hacen los demás o que no tengas porque echarle un vistazo a los objetivos ajenos. Pero no por ello tienes que idear una manera de impedirle a los demás u obstaculizar que consigan lo que quieren solo porque tú también lo deseas. Ya que soy de la opinión de que las oportunidades son tan vastas, en lugar de atacar a alguien con intereses semejantes podrías aprender algo nuevo de él, incluso, apoyarte en ésta persona y si bien tu no eres quien obtenga el objetivo que ambos persiguen, estoy segura de que habrás crecido un poco más de lo que no hubieras crecido si actuase de manera negativa y no te hubieras permitido esa sana “coexistencia” con tu “rival”.

 Resulta mucho más saludable,  y muchísimo más positivo, invertir toda esa energía en algo útil en lugar de malgastarlo valiosos recursos personales (tiempo y energía principalmente) en preocupación y una actitud a la defensiva hacia lo que los demás están haciendo.

La “competencia” puede ser a la larga, un buen compañero. Otro de los motivos por los que los demás competidores y lo que hacen no me quitan el sueño es porque, en un espacio tan amplio como lo es la sociedad, habrá siempre nuevas oportunidades tanto para ti como para los demás competidores. Viéndolo así, no tiene mucho caso querer arrancarle de las manos las oportunidades a todo el mundo puesto que habrá oportunidades ideales para ti y otras, que serán ideales para alguien más.

  La importancia de prestar atención a si se está compitiendo con el compañero en términos económicos, sociales, familiares, laborales o sexuales es que ese tipo de competencia puede iniciar por cualquiera de esas áreas pero rápidamente afectar a las demás. Una persona que está compitiendo constantemente con los demás puede incluso ganarse el rechazo de los demás. Un  individuo que trata de fortalecer su ego disminuyendo a los que tenga a su alrededor, ya sea hijos, pareja, amistades; es el individuo que evalúa, descalifica y critica a los demás.

Cuando competimos siempre hay un perdedor y, por lo tanto, es inevitable la frustración. Tal vez, esta sea la razón de la desilusión que se respira.    Lo que está claro es que competir es un mal negocio y si no se modera, podríamos terminar sintiéndonos no solo frustrados, sino que desarrollar ansiedad y estrés además de otras preocupaciones innecesarias. Tendremos un entorno más cálido y humano, y una sociedad más sana si se incentiva la cooperación en vez de la competencia, y si se estimula el desarrollo de una óptima autoestima y cualidades como la humildad, el respeto y la generosidad.