En los últimos años, quienes estudian la psicología positiva han estado trabajando para descubrir la manera en que podemos prolongar a largo plazo nuestra felicidad. Yo también soy de las personas que piensan que la felicidad a corto plazo es la más común. Para ello debemos analizar el pasado, presente y futuro.
Parte del motivo por el que se nos dificulta tanto alcanzar una felicidad duradera es debido a toda la energía que invertimos construyendo mentalmente un futuro en particular. Muchas personas nos imaginamos ejerciendo cierta profesión o trabajando en cierto puesto, nos imaginamos teniendo una relación en particular y nos imaginamos teniendo éxito en un proyecto o alcanzando un logro determinado. Pero en ocasiones para muchas personas nada de esto ocurre. Y es debido a estas circunstancias que nos sentimos frustrados, incapaces de creer que conseguiremos una felicidad que se prolongue indefinidamente debido a nuestros sueños no logrados. Como resultado, pasamos mucho tiempo pensando en el pasado, pensando en una historia alternativa en la que las cosas de ninguna manera se parecen a lo que pensaste que seria. Sientes y piensas que todo te ha salido mal y repites en tu mente una y otra vez algún hecho o evento que fue el que te llevó al punto en que te encuentras en el presente.
Pero lo peor que podemos hacer es seguir pensando durante años que algo salió mal e intentes descifrarlo en tu mente una y otra vez, tal y como si se tratara de un rompecabezas solo para poder descubrir si las cosas pudieran ser diferentes.
Lo que podemos hacer para dejar el pasado atrás es aceptar que las cosas ocurrieron de una manera u otro y que al final, eso fue lo mejor. Quizás la carrera que estabas estudiando no era la indicada, quizás la persona con la que no pudiste seguir no era tu alma gemela y quizás la manera en que resultaron los eventos sea la mejor. Toma en cuenta que lo has aprendido son lecciones acerca la vulnerabilidad y la pérdida, mismas lecciones que te han hecho mejor persona, una más fuerte y mucho más comprensiva.
Cuando nos aferramos al pasado, se convierte en piedra. No permite avanzar, jala hacia atrás y estanca hasta podrir. Los resentimientos nacen de ese pasado irresuelto, de sentimientos negativos que terminan por convertirse en entidades. Se odia, se divide, se trauma, porque la entidad creada se alimenta y crece de ello. El tiempo de Dios es perfecto. Se ha hecho para seguir adelante. Cada amanecer es una oportunidad de hacer todo de forma diferente. No cometer los errores del pasado. Amar más. Juzgar menos. Son simples mandatos que pueden hacer la diferencia entre vivir o morir. ¿Cuántas guerras, matanzas, violencia, se hubiesen evitado si quién las lidió hubiese seguido otro camino? ¿Cuánta gente sufre aferrada a cosas que les es imposible cambiar? Querer controlarlo todo es una tontería, densa neblina del poder. Cada persona puede arreglar sus cosas, manejar sus emociones, ser cada vez mejor. Tiene hasta el poder de curarse. Cada quien lo maneja cómo puede: unos, ignorantes de él; otros, despertando y otros, con total conocimiento. La diferencia reside en la actitud.
Tanto si eres una persona muy perfeccionista, o un tanto insegura, puedes caer en la tentación de repasar una y otra vez situaciones en las que crees que pudiste haberlo hecho mejor, o en las que te culpas o culpas a alguien por una actuación determinada. Eso en realidad te mantiene conectado con el problema en lugar de conectarte con las posibles soluciones que pueden estar dándose ahora mismo. Las lágrimas (o la furia, o la culpa, o el juicio, o el arrepentimiento.) no te están dejando ver hacia adelante.
Los errores son nuestros mejores maestros. Nos muestran qué hacer y cómo hacerlo, cada vez mejor; pero, aferrarse a ellos es como aferrarse -de nuevo- al ejemplo de la piedra; un peso, que se convierte en obstáculo. No se perdona, no se libra, no se resuelve ni se aprende porque se da vueltas y vueltas sobre lo mismo.
Tras asumir que no podemos cambiar lo que ya pasó, el siguiente paso es cambiar nuestra actitud hacia ello, perdonarnos desde el corazón para poder vivir en paz con nosotros mismos y con los demás. Parece que suena rimbombante, pero para vivir en paz con uno mismo lo principal es quererse y amarse independientemente de los errores del pasado, forman parte de nuestra vida, de nuestra experiencia y lo único que debemos hacer es aprender de ellos, pero no convertirlos en una carga personal que nos machaque día a día.