En la vida cotidiana podemos percibir dos tipos de respeto de aquellos con quienes interactuamos normalmente, por eso es importante el valor del respeto. Cualquiera que sea éste, se deriva de la situación particular en la que vives. En todos los ámbitos en que nos desenvolvemos, es fundamental la forma en que decimos, hacemos y pedimos las cosas. En este contexto aplica el viejo adagio “En el pedir está el dar”, lo cual quiere decir que de la forma en que solicitemos algo, de esa misma manera será la respuesta de nuestro interlocutor. Por ejemplo, si deseamos pasar por algún lugar obstruido por alguien, no será lo mismo decir “¡Quítate de aquí!”, que “¿Me permites pasar, por favor?”.
Hay que tener el valor de enfrentarse hacia aquellos con firmeza haciéndoles ver, que tienes derecho a ese respeto, esa firmeza no implica tener que actuar agresiva ni ofensivamente pero sí, poniendo los puntos sobre las ies, cual fuese la situación. La verdad es que los demás nos tratan, como le enseñamos a tratarnos.
El tipo de respeto que la gente nos profesa involucra amor y admiración. El respeto ganado necesitó tiempo para cultivarse y se basa en cosas como la confianza, la honradez, los valores y las creencias de las persona por la que desarrollamos dicho respeto. El respeto ganado se base más en el conocimiento de alguien durante un largo periodo de tiempo.
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