Se pueden hacer un montón de analogías respecto a la vida, en este caso voy a compararla con navegar en un barco. Permíteme hacer algunas comparaciones en esta ocasiones acerca de cómo debemos cuidar que nuestro barco siga a flote y a su vez, que continúe moviéndose hacia nuestro destino.
Cuidar de tu barco es fundamental para tu misión. Sin tu barco en buenas condiciones, no serías capaz de hacerle frente al agua o a las tormentas, tampoco lograrías sentirte seguro ni estable con respecto a tus objetivos.
Sin embargo, algunas personas parecen quedarse estancadas en la parte de los problemas de mantenimiento, haciendo que las cosas parezcan y luzcan mejor. Eso es bueno, pero si es lo UNICO que haces, entonces no serás capaz de llevar tu barco al siguiente puerto. Estarás atrapado en un solo puerto alistándote para partir.
Sin duda, todo esto se trata de una cuestión de equilibrio. Muchas cosas pueden mantenernos atascados cuando pretendemos mantenernos a flote. El miedo al perfeccionismo, estar demasiado ocupados, no tener claro a cual puerto dirigirnos o el por qué debemos ir allí son algunos de los motivos que nos mantienen inmóviles.
Jamás tendrás un barco perfecto. Siempre podrás hacerle mejoras, hacerlo más seguro y más vistoso. Pero los barcos fueron creados para navegar. Se oxidan en el puerto.
¿Arreglar las fugas? Ya lo creo. ¿probar el equipo? Seguro. ¿llevar suministros, combustible, agua y comida? Buena idea.
Pero en algún momento vas a tener que zarpar. No puedes dedicarte solo a darle mantenimiento al barco y a hacerle mejoras. Y tienes que continuar avanzando hacia el progreso y todo ese trabajo duro mientras que intentas mantenerte a flote.
Hay muchos riesgos en el mar y siempre los habrá. Y los retos pueden llegar a ser dolorosos pese a que pueden volvernos mejores y más fuerte. Pero el dolor del arrepentimiento es mayor que el dolor de la disciplina.
Puede que no tengas el barco más seguro del mundo. Pero puede ser un barco pequeño o no ser tan bueno como los de los demás barcos. Pero si estás esperando el barco perfecto, vientos idóneos o una marea optima, puede que nunca te pongas en marcha.
Tu sueño se encuentra en puerto distante. Iza las velas, leva el ancla y ¡zarpa!